COREA DEL SUR

De Seul a Busan en bicicleta:

Ruta de los Cuatro Ríos

La idea de atravesar Corea del Sur en bici surgió leyendo un libro sobre las mejores rutas de bikepacking en el mundo, después de hacer La Velodyssée y antes de pedalear en Japón, Camboya, y recorrer medio Vietnam en bicicleta. Era sólo una idea que rondaba en mi mente solitaria, pero cuando la exterioricé con la persona adecuada y en el momento preciso, él sin pensarlo dijo que sí. Así que esto es una idea de dos, un viaje de dos que se inició con muchos meses de antelación, una apuesta de futuro que finalmente conseguimos y una meta lograda que tan sólo es un punto más en esta vida extraordinaria.

Comúnmente se conoce a esta ruta como Ruta de los Cuatro Rios, pues discurre al lado de los cuatro grandes ríos que atraviesan Corea del Sur. Pero no es así exactamente, pues estos tienen varios ramales que la hacen un poco más larga. La denominación exacta de esta ruta es Korea Cross Country, y discurre a lo largo de unos 633 kilómetros: desde Incheon, en el noroeste del país, hasta Busan, en el sureste. Existe un pasaporte en el cual debemos ir sellando en cada uno de los puntos oficiales a lo largo del recorrido, para después poder obtener la certificación de que efectivamente se haya completado la ruta.

Fue complicado encontrar información acerca de la ruta, pues hay pocos blogs en español que hablen sobre ella, y la información que encontramos en inglés en ocasiones era confusa, pues los nombres de las ciudades no son precisos y tampoco lo son las distancias. Sumado al handicap de que en Corea no hay Google Maps, y es difícil planear una ruta desde aquí sin esa herramienta. En lugar de Google Maps, en Corea funciona la app Naver, y también encontramos un track descargable en maps.me con el que pudimos seguir la ruta completa sin perdernos ni una sola vez… bueno, quizá una sola… Y el error inicial… ¡pero eso viene más tarde!

Tres meses antes de iniciar el viaje, habíamos comprado los billetes de avión y reservado el alquiler de las bicicletas en una tienda en Seúl (link en datos prácticos), que además alquilaba las alforjas y nos daba la posibilidad de devolver la bici en Busan, a la vez que transportaba el resto de nuestro equipaje hasta esa ciudad, pues nosotros después continuaríamos el viaje hacia Filipinas con vuelo directo desde Busan, y esta opción era muy cómoda, además de asequible.


Seúl, la maravillosa coincidencia con los cerezos en flor

Al comprar nuestros billetes pensamos que quizá coincidiríamos con la floración del cerezo en Corea, uno de los acontecimientos más espectaculares del país y del mundo, pero este hecho es algo tan caprichoso y fugaz que no puede preverse con tanto tiempo de antelación. Nunca podíamos imaginar que el mismo día que aterrizamos en Seúl, las flores habrían estallado, y veríamos durante días algo insólito para nuestras retinas. Atravesar Corea del Sur con los árboles totalmente llenos de flores blancas y rosas, y ver cómo éstas van cayendo día tras día, a nuestro paso, como si de una tormenta de nieve se tratara, es una experiencia indescriptible que agradezco haber podido vivir.

Seúl es una ciudad cosmopolita, llena de parques, templos, ríos y grandes avenidas. Decidimos dedicarle algo más de un día antes de tomar nuestras bicicletas y empezar a pedalear.

  • Palacio Gyeongbokgung

Se trata de uno de los palacios principales de Seúl, de los más visitados, y con más años de historia. La visita a primera hora de la mañana nos ofreció toda la calma que transmite el lugar, sin apenas gente a esas horas, y a la salida pudimos ver el espectáculo diario del cambio de guardia.

  • Barrio tradicional Hanok

Este tranquilo barrio residencial construido en lo alto de una colina, destaca por sus estrechas calles empedradas y sus casas tradicionales o Hanok, algunas de ellas con más de 600 años de historia. Con el paso de los años, algunas de ellas se han transformado en tiendas de artesanía, restaurantes, y galerías de arte, pero aún así, el lugar conserva el ambiente tranquilo dentro de la gran urbe. Es el lugar perfecto para perderse en sus callejones disfrutando de la arquitectura y decoración propia de cada casa tradicional y de las vistas que se observan desde la parte más alta del barrio.

  • Ayuntamiento pasando por Cheonggyecheon

Cheonggyecheon es un espacio moderno de recreación público en el centro de la ciudad, se trata de un renovado paseo que discurre a lo largo de un arroyo que atraviesa la ciudad, a lo largo de diez kilómetros. El lugar está lleno de vida al mediodía, con gente paseando, disfrutando del buen tiempo y de la tranquilidad que aporta el sonido del agua pareciéndonos que hemos salido de la gran urbe.

Desde allí llegamos al Ayuntamiento, visita obligada para los amantes del arte y la arquitectura. Desde su apertura se ha convertido en un hito arquitectónico de la ciudad. La entrada es gratuita y existen folletos de autoguiado en el interior del edificio.

  • Namsan Park y Seúl Tower

La Seúl Tower, emblema de la ciudad, se encuentra en lo alto de la cima del parque Namsan. Desde ella, así como desde el propio parque, tenemos unas vistas de 360 grados de toda la ciudad. Merece la pena la subida en teleférico y el camino de bajada hacerlo paseando, disfrutando de las vistas. Es un punto popular para ver el atardecer, aunque suele estar muy concurrido.

  • Mercado Namdaemon

Es el mercado más famoso, grande y antiguo de todo el país. Caracterizado porque la mayoría de sus tiendas y puestos están al aire libre, por lo que se puede caminar por sus calles y observar las diferentes agrupaciones por gremios según el área en que nos encontremos.

Prácticamente, se puede encontrar de todo aquí, al punto de que existe un dicho popular coreano que dice: «Si no puedes encontrar algo en el mercado de Namdaemun, nunca podrás encontrarlo en Seúl».


Día 1: Incheon – Hanam – 75 km

La ruta inicia en el punto Ara West Sea Lock en Incheon, situado en la desembocadura del río Ara en el mar Amarillo. Allí se pueden comprar los pasaportes y estampar el primer sello de nuestra certificación en una de las icónicas cabinas rojas que encontramos a lo largo de todo el país para este cometido.

¿Como llegar a Incheon en bicicleta desde Seúl? Pues es una buena pregunta que debo responder después de nuestra experiencia. Este punto inicial está situado a 35 km al noroeste de Seúl, algo que desconocíamos, pues habíamos confundido el Ara West Sea Lock con el Ara Hangan Lock, lo que supuso un error de 21 kilómetros de ida, más otros 21 de vuelta. Lo mejor es tomar un tren hasta algún lugar cercano al Ara West Sea Lock y comenzar desde allí la ruta, si no queréis hacer un primer día de 108 kilómetros, como fue nuestro caso, por ir hasta allí pedaleando desde Seúl y después tener que desandar el camino…

La ruta está formada por kilómetros de carril bici bien asfaltados y señalizados, donde abundan a cada paso los baños públicos, fuentes de agua potable, talleres móviles de reparación de bicicletas, tiendas y bares con terrazas donde detenerse para tomar un descanso, gente haciendo deporte de todo tipo en los numerosos parques equipados… Y por supuesto, coreanos y coreanas andando en bici que parecen salidos de un anuncio de equipamiento para bicicletas, cada cual con una bici mejor, más bonita, más limpia, más conjuntados; y ellas con los labios pintados, delicadamente peinadas y maquilladas, con un casco y gafas que permitan apreciar su belleza.

En conjunto, la estampa envuelta entre cerezos en flor con el curso del río constantemente a nuestro lado, me parece algo extraordinario.

El paisaje es tan natural como urbano, algo difícil de describir, pues estamos cruzando la ciudad más grande del país pero en ocasiones se siente como si estuviéramos en el campo, atravesando extensiones de arboleda y parques, y a la vez viendo la silueta repleta de rascacielos que forman la ciudad, pero apenas se siente estar en ella.

Llegando a Hanam la ciclovía se adentra en una zona algo más rural, y la entrada a la ciudad es absolutamente espectacular, con cientos de cerezos a ambos lados de nuestro camino antes de llegar al riachuelo que nos llevará al centro para buscar el primero de nuestros love motel donde pasar la noche. Los love motel son la mejor opción para alojarse en Corea, son baratos, están limpios, y tienen absolutamente de todo. Además, es muy difícil encontrar un hotel común en la mayoría de las ciudades del recorrido, sólo sucedió una vez y preferiríamos que no hubiera sido así, pues los love motel están mejor equipados, con mejor relación calidad precio y además existe el divertido factor sorpresa de qué habrá en el kit que te dan al entrar en la habitación. Hay que decir que la mayoría de love motel son bike friendly y no se extrañan de vernos aparecer por allí con nuestras bicicletas cargadas buscando un lugar donde dormir.

El alojamiento es barato en general, pero si se prefiere ahorrar algo de dinero o se opta por gusto por la acampada libre, hay que destacar que a lo largo del camino hay numerosas pagodas en las que se puede montar la tienda y dormir libremente, con aseos y fuentes cercanas, y total seguridad. Además, hay muchos campings a orillas del río con preciosas vistas y absoluta tranquilidad. Corea es el país perfecto para el bikepacking.


Día 2: Hanam – Yeoju – 65 km

El camino para salir de Hanam fue tan floreado como la entrada del día anterior. En esta jornada encontramos las primeras montañas, los primeros túneles y puentes para atravesar. El paisaje es memorable.

El día era festivo por las elecciones generales y los coreanos no trabajaban, así que las ciclovías estaban llenas de ciclistas paseando, otros compitiendo, y algunos sellando sus pasaportes para conseguir los certificados de las 11 diferentes rutas oficiales que hay en el país. Pero lo que más me llamó la atención en el día fue la escasa presencia de niños, realmente se puede apreciar la baja tasa de natalidad que está llevando a este país a una rápida despoblación.

Una de las cosas que más difícil nos resultó cada día, fue comer y cenar. A medida que nos alejamos de las grandes ciudades el uso del inglés desaparece completamente, así que, en ocasiones intentamos utilizar el traductor de Google Lens, pero la mayoría de las veces no es acertado. Finalmente, consideramos que la mejor opción era entrar en restaurantes donde tuvieran fotografías de los platos y elegir sin saber si era carne de pollo, de cerdo o de vaca, sin saber cual era el tipo de pescado, o de verdura, si era picante o no picante… A veces no era posible encontrar restaurantes con fotografías, así que al entrar y vernos, algún local que sabía inglés intentaba ayudarnos. Fue una locura, pero siempre acertábamos porque la comida en Corea ¡es simplemente deliciosa! Ningún día tuvimos una mala elección. Quizá porque también estábamos hambrientos después de tanto ejercicio y todo nos parecía exquisito.

Yeoju es una ciudad muy popular entre los coreanos para escapadas de fin de semana desde Seúl, incluso para pasar largos periodos vacacionales, pues lo asimilan a una ciudad costera, bonita y con buen clima, donde poder relajarse.


Día 3: Yeoju – Chungju – 68 km

Todo cambia a partir de Yeoju. Se acabó ver delicados paisajes y multitudes de gente haciendo deporte, se terminaron los baños públicos bien cuidados y las fuentes con agua potable. Ahora el paisaje sigue siendo espectacular pero se torna más rural, más salvaje. Ahora apenas encontramos ciclistas en todo el camino, y los pocos que hay son almas solitarias que no articulan palabra. A lo lejos vemos algún campesino labrando grandes extensiones de tierra. Pasamos por baños públicos que en ocasiones no pueden usarse, y por fuentes que tienen el agua cortada. Hay que ir provisto de comida y bebida suficiente pues las ciudades están muy separadas entre sí. El pavimento se ha deteriorado y parece que no es prioritario mejorarlo, en ocasiones el camino es de tierra. Hoy, el ruido de los cazas de combate no deja de atormentarnos, les vemos sobrevolando durante horas sobre nuestras cabezas, haciéndonos pensar que estamos en mitad de la nada y algo ajeno a nuestro conocimiento pueda estar sucediendo con la vecina Corea del Norte, pero más adelante descubrimos la presencia de una base militar y creemos que se trata de maniobras habituales.

Es una ruta con mucha variedad y más auténtica. Poco antes de entrar en la ciudad hay un camping precioso a orillas del río, y la entrada a Chungju por el parque de la ribera es lo más bonito que tiene el lugar.

Antes de iniciar la ruta, cuando vemos en el mapa las ciudades a las que nos dirigimos, siempre pensamos que es un pueblo pequeño, pero al encontrarnos cerca de ellas aún sin vislumbrarlas, entre las montañas aparece una silueta de rascacielos indicándonos que ese es nuestro final de etapa. Es algo sorprendente ver que durante el camino no hay una sola casa, y repentinamente, aparecen decenas de torres idénticas donde la gente vive apiñada en altura. Esto se repetirá cada día, pues es el tipo de sistema urbanístico predominante en el país.


Día 4: Chungju – Mungyeong – 88 km

El primer pueblo al que llegamos, tras 20 kilómetros pedaleando, es Suanbo, famoso por sus aguas termales. Cuando planificamos la ruta estuvimos pensando en alojarnos aquí, y al llegar, definitivamente nos arrepentimos de no haberlo hecho la noche anterior. Suanbo es un pueblo pequeño, agradable, que está celebrando sus fiestas locales y además de ser bonito, tiene un ambiente muy relajado.

Después de Suanbo se empieza a ascender la primera de las montañas que nos llevaran al punto más alto de la ruta: 550 metros. Tras una ligera bajada, llega la segunda subida, esta es más exigente, con 500 metros de desnivel en 5 kilómetros exactos, que no dan tregua ni un solo momento. Se hace duro subir con las alforjas cargadas, pero al llegar arriba merece la pena la vista hacia ambas vertientes, y después, la bajada lo compensa todo. Allí es donde vemos a los primeros extranjeros que encontramos en el camino, una familia de americanos con dos niños pequeños arrastrados por las bicis de sus padres.

Al llegar abajo, la vida nos premia con un restaurante en una remota área turística poco frecuentada, donde nos sirven el mejor carpaccio de ternera que he probado en mi vida, acompañado de una siesta en el parque a la sombra de los árboles mientras oímos el discurrir del río.

Para llegar a destino, pedaleamos unos cuántos kilómetros más en lo que hace tiempo deja de ser carril bici para convertirse en carreteras en obras y caminos de tierra que atraviesan las zonas más rurales y planas de Corea, hasta que encontramos la que definitivamente llamamos la ciudad del vicio, pues la presencia de love motel es exagerada, y los neones rojos en las calles nos indican que nos encontramos en un barrio rojo al más puro estilo Amsterdam, además, es el único lugar del país donde encontramos gente bebiendo y fumando en la calle fuera de las zonas habilitadas. Definitivamente, una ciudad muy diferente del habitual modelo coreano.


Dia 5: Mungyeong – Gumi – 90 km

Desde el inicio del día el camino es un sube y baja constante, pero el paisaje es de una belleza inigualable, en ocasiones entre campos, en ocasiones entre bosque; y en otras, sobre pasarelas de madera que discurren literalmente encima del río. Tras kilómetros de rompepiernas, nos encontramos la peor subida hasta el momento, se trata de una inclinación del 20 % donde nos tenemos que bajar de la bici por primera vez para empujarla, y aún así es duro hacerlo. En ese momento sólo pensamos en la familia suiza de origen colombiano que hemos conocido unos kilómetros atrás, el matrimonio carga la mayor parte del peso de sus tres hijos pequeños, que están haciendo con ellos un viaje de un año en bicicleta a través de Asia. Hay gente haciendo cosas increíbles por el mundo…

Una vez subidos de nuevo en nuestras bicicletas, llegamos al área de Gyeong-Cheondae, preciosa, con pagodas, puentes tibetanos, caminos laberínticos para hacer rutas turísticas, y zonas de descanso. Es un buen lugar para dedicarle algo más de tiempo. Un poquito más lejos, encontramos un área repleto de vida con música en directo y food trucks, donde probamos el peculiar hot dog coreano, antes de llegar al Museo de bicicletas de Sangju, parada obligatoria (y gratuita) en esta ruta.

Sangju es la ciudad de las bicicletas, y un lugar con mucha vida situado en un inmejorable entorno. El camino hasta aquí ha sido uno de los más bonitos en toda la ruta. En Sangju, de nuevo estamos seguros de que si hubiéramos tenido algo más de información para poder planificarlo de otra forma, hubiera sido nuestro lugar perfecto para pernoctar.

A partir de ahí, seguimos con bonitas vistas, campos de cultivo y más rompepiernas hasta llegar a Gumi, una ciudad industrial con absolutamente nada interesente, donde tenemos que volver a coger la bicicleta desde el hotel para ir a cenar a una cadena de hamburguesas porque no hay mucho más. Creo que lo que más nos llama la atención es que en los supermercados no hay personal que los atienda, fiándose completamente de que vas a pagar religiosamente por todo lo que llevas.

Aunque hay una cosa peor que nos llama la atención al final del día: el extraño ruido que hace mi bici al ir a guardarla en el cuarto habilitado especialmente para ellas del único hotel normal en el que nos alojamos durante la ruta.


Día 6: Gumi – Hyenpung – 75 km

El domingo es soleado, desde la ventana de nuestro hotel parece un día agradable para ir en bici, pero al salir de la ciudad notamos la presencia del viento en contra.

El camino es plano, aunque se hace difícil pedalear con el aire de cara. He olvidado el ruido que hacía mi bici el día anterior, pero pronto nos percatamos de que el problema es que se ha partido un radio. Intentamos buscar un taller en alguna ciudad que esté en el camino pero solo hay una y todo está cerrado por ser domingo y tan temprano. El día discurre anodino con la preocupación de que el problema pueda crecer y no lleguemos a destino. Sin duda es la etapa más aburrida y solitaria de todas las vividas en Corea, sin fuentes, sin supermercados, sin bares, y sin nada más que campo hasta llegar a la ciudad en la que pernoctaremos. Aunque en ocasiones, todo ese campo y ese paisaje que vemos, es espectacular.

Una vez en Hyenpung, comemos, desnudamos nuestras bicis en el love motel y nos dirigimos con ellas a una tienda que Naver asegura que está abierta. Afortunadamente lo está. Dejamos a mi «Tinky Winky» en reparación mientras tomamos helado y descubrimos una vez más que la ciudad es muchísimo más grande de los que habíamos imaginado. Por culpa del radio roto de «Tinky Winky», y el tiempo que nos llevó repararla, no podemos tomar un bus para visitar la ciudad más interesante de todo el recorrido, la cercana Daegu…

¿Y por qué «Tinky Winky»? Todos los que andamos en bici solemos ponerle nombre a nuestras bicicletas, pues son nuestras compañeras y les dotamos de una peculiar humanización por el hecho de acompañarnos en nuestras aventuras. Yo le suelo poner el nombre después de unos días de rodarla, cuando creo que se lo ha ganado, pero en esta ocasión ambos se lo pusimos el primer día, basándonos estrictamente en la apariencia. La suya era una Giant negra metalizada, nueva, grande, esbelta, con las alforjas y el casco a juego en color negro, así que decidió llamarla «Black Beauty», un nombre muy apropiado. La mía era la única que quedaba de mi talla, no tenía marca conocida, el cuadro era de color verde, las cubiertas de las ruedas diferentes y las alforjas en rojo y negro, aunque al menos conjuntaban con el casco de los mismos colores; era un despropósito visual, la marginada de la tienda, así que decidí llamarla «Tinky Winky» asimilándola al personaje de los «Teletubbies». Creo que el karma me castigó por ponerle ese nombre bromeando, pues la realidad es que estuve encantada con ella, rodaba como la seda, (aunque en un par de ocasiones se le saliera la cadena en las subidas y casi fuera directa al suelo).


Dia 7: Hyenpung – Namji-eup – 75 km

Si el día anterior mereció el calificativo del más aburrido de todos, el de hoy merecerá el nombre del más duro de todos.

Desde hacía días veníamos observando en la predicción del tiempo que ese día estaría mucho tiempo lloviendo, y realmente desde primera hora de la mañana el cielo amenazaba lluvia, pero nunca imaginamos que llovería como lo hizo. También pensábamos que ya habíamos dejado atrás la zona con mayores pendientes, pero nos encontramos con tres subidas muy fuertes totalmente inesperadas.

Al inicio del camino, nos topamos con una desviación obligatoria que no contemplábamos pero tenía su sentido. La ruta deja a un lado el rio para adentrarse en el monte, por una pendiente fortísima en la que de nuevo tenemos que bajarnos. Allí es donde conocemos a la tercera pareja de extranjeros que nos explica que hicieron el desvío para poder visitar el Templo Dodong-Seowon, una maravilla Patrimonio de la Unesco, que sin duda merece la pena el esfuerzo.

Tras salir del templo, a los pocos kilómetros, comienza a llover, y no dejará de hacerlo hasta el día siguiente. Al principio la lluvia es fina, soportable, pero a medida que avanzamos sentimos que las gotas casi duelen al golpearnos. No hay un solo lugar donde refugiarse, así que seguimos pedaleando con las piernas y los zapatos completamente empapados, y en mi caso además, sintiendo cómo el agua comienza a filtrarse por mi chubasquero. Al llegar a la cabina roja donde sellamos el pasaporte, hay un centro de interpretación del agua en el que podemos entrar para comprobar como están nuestras ropas, nuestras pertenencias, y tomar un respiro antes de salir de nuevo a pedalear bajo el frio y la lluvia para completar los 40 kilómetros que restaban hasta nuestro destino final. Cabe mencionar que era imposible alojarse en un lugar anterior, pues no hay nada entre un punto y otro, así que la única opción era continuar. Salimos del centro de interpretación para cruzar de nuevo uno de los numerosos puentes que hay en el país. La longitud de estos puentes es asombrosa, pues los ríos son muy caudalosos, y la ruta cruza muchísimos de ellos.

Pudimos imaginar que el paisaje era espectacular cuando circulábamos por el valle entre montañas, pero la lluvia no nos dejaba visualizarlo en su plenitud. Nos adentrábamos en las montañas a medida que nos acercábamos a nuestro destino. Comenzaba a angustiarme el hecho de que no cesara de llover y no hubiera ni un solo lugar donde resguardarse un poquito, al menos para tomar agua, comer algo y descansar. Entonces, sin haberlo previsto el carril bici desembocó en la carretera y comenzamos un ascenso de 300 metros de desnivel en muy poco espacio, pues la pendiente era de un 14%. Por aquella carretera, que ni siquiera tenía arcén, se hacía difícil el hecho de empujar la bicicleta a pie, frenándola y parando al mismo tiempo, con la lluvia golpeando en nuestras cabezas. Por suerte pasaron sólo tres o cuatro coches durante aquel interminable camino. Por suerte o por desgracia, pues cuando vi aquella furgoneta pickup me dieron ganas de que nos cargara en ella con las bicis y nos dejara en lo alto de la montaña. Pensé que no desaprovecharía la oportunidad cuando pasara la siguiente camioneta, pero eso no sucedió, no hubo más camionetas y nosotros llegamos por nuestro pie, diluviando, a la cima de la montaña, donde nos esperaba un sello extra y un lugar techado donde poder guarecernos felices porque creíamos que lo peor había pasado.

Según la ruta que habíamos descargado, nos encontrábamos sólo a 8 kilómetros de Namji-eup, pero de nuevo, la ruta oficial se desviaba para volver a adentrarnos en el bosque, y obligarnos a hacer el peor tramo de todos en las peores condiciones imaginadas. No sé porqué hicimos esa locura, aún no entiendo por qué no tomamos el atajo que la aplicación nos aconsejaba. Quizá porque queríamos hacer la ruta completa, sin excusas, sin facilidades. No lo sé, pero por tercera vez en el día tuvimos que empujar nuestras bicicletas cargadas, durante unos tres kilómetros, con algunos tramos de 23% de desnivel en ocasiones. La prueba de que el tramo era durísimo se encontraba en la cima del parque Namji, donde había un teléfono satélite para llamar a emergencias. Surrealista pero real. De todos modos, a pesar de la lluvia y de la dureza de las condiciones, el paisaje de esta zona de Sinjeon-ri es espectacular. A día de hoy, con aquellas condiciones, no podría afirmar si valió o no la pena. Tengo dudas. Pero lo que sí puedo afirmar es que estoy orgullosa de haberlo hecho.

Tan sólo un kilómetro antes de llegar a Namji, perdimos las señales de la ruta. Debimos despistarnos en algún momento, entre el cansancio, el tráfico cercano a la ciudad y la lluvia que no nos permitía ver. Fue el único momento en el que nos salimos del camino señalado, pero continuamos por donde nos pareció mejor para llegar a nuestro love motel, donde al vernos aparecer empapados con las bicis, el amable hombre de recepción nos dio un upgrade, premiándonos con una habitación con vistas, camas extragrandes, zona de salón con un enorme sofá de cuero multiposición, televisión formato cine y bañera de hidromasaje. Aquel lugar y ese descanso nos arreglaron el día, a pesar de comprobar allí, que el agua de lluvia había entrado ligeramente en mis alforjas, otra sorpresa más que me dio «Tinky Winky». Pero todo estaba bien. A pesar de todo, el día había ido genial y estábamos orgullosos, felices, tranquilos y por fin descansando. Nos atracamos a pollo frito picante y cerveza mientras veíamos una película sintiendo cómo fuera no dejaba de llover.


Día 8: Namji-eup – Busan – 105 km

Creo que al saber que era nuestro último día decidimos quemar todas nuestras energías. El día aún amanecía gris y con ganas de lluvia, pero afortunadamente nos respetó y no cayó una gota.

El recorrido fue mayormente plano, así que cogimos muy buen ritmo; tan bueno que sentíamos que íbamos más rápido que nunca antes en Corea, a pesar del cansancio del día anterior. Nos encontramos con un atajo de unos diez kilómetros que, obviamente, siguiendo nuestra forma de hacer las cosas, decidimos no tomar.

Corea nos regaló un último día pedaleando soleado a medida que iba avanzando, con vistas preciosas de pueblos en las montañas, cruzando ríos y riachuelos por los grandes puentes a los que ya estábamos acostumbrados, pero también por pasarelas de madera que discurrían por un paisaje de belleza inigualable. Era un día precioso, perfecto. Aún quedaban algunas flores en los cerezos, que cada vez más, iban dejando paso al verde de las hojas que empezaban a brotar.

Cuanto más nos acercábamos a Busan, más se sentía la presencia de una gran ciudad, con más bullicio. Pero nunca dejábamos de rodar entre verdes parques y frondosas arboledas, incluso en los tramos en los que íbamos cercanos a la autovía. Los últimos 25 kilómetros se hacen más duros con el viento en contra, pero no son tan monótonos dentro de la ciudad. Antes de las dos de la tarde, cruzamos el último puente que nos lleva a la isla Nakdonggang, en el estuario del mismo nombre, donde se encuentra el punto final.

¡Hemos llegado! ¡Lo hemos conseguido! Aunque ni por un momento habíamos dudado el uno del otro, y tampoco de nosotros mismos.


Busan, la ciudad perfecta para la despedida

Busan nos gustó desde el principio, desde que llegamos a ella pedaleando entre sus parques, con ganas de disfrutarla. El cansancio acumulado del primer día no nos permitió hacerlo tanto como hubiéramos deseado, así que al día siguiente, nos dedicamos a exprimirla todo lo que daba tiempo en un día completo, antes de poner rumbo a un nuevo país.

Busan tiene mucho para ver, es muy interesante y además es muy extensa, por lo que los desplazamientos son largos. Así que otra de las cosas que hubiéramos querido cambiar en este viaje sería poder haber pasado un día más en ella.

  • Jalgachi Market

Esta lonja de pescado es todo un espectáculo que hay que ver para saborear el auténtico carácter de Busan. Tanto en el edificio en sí, como en las calles aledañas, se congregan multitud de vendedoras con sus puestos repletos de todo tipo de pescado fresco que podamos imaginar.

Es habitual comprar el pescado o marisco en los puestos de la planta baja y subir a la primera planta para que lo cocinen y lo comas en la zona habilitada a tal efecto allí. Es una auténtica locura.

  • Playa Haeundae

Es la playa más popular de la ciudad debido a su gran calidad y belleza. En torno a ella se ha desarrollado un animado barrio repleto de restaurantes, cafés y bares donde almorzar disfrutando de un ambiente festivo. Además, a lo largo de toda la playa hay un bonito paseo con jardines, sombras y bancos que nos llevan hasta la estación del tren cápsula de Mipo.

  • Sky Train Capsule en Mipo

El trayecto del tren cápsula es entre Mipo y Cheongsapo, y tiene media hora de duración, pues es muy lento, pero se hace corto porque las vistas y lo curioso del tren cápsula hace que el tiempo vuele. Conviene comprar las entradas con antelación. Se puede volver a Mipo en el tren normal o tomar un Uber para visitar el siguiente templo, como hicimos nosotros.

  • Templo Haendong Yonggungsa

Único templo budista situado a orillas del mar. Es su enclave en el acantilado, junto con la mezcla de colores y el sonido de las olas golpeando las rocas, lo que le hace tan espectacular. Es conocido como el templo más hermoso de Corea. Una visita obligada en Busan.


Corea, datos prácticos:

  • Visados: Para entrar en Corea del Sur los españoles no necesitamos un visado si la estancia va a ser menor de 90 días. Habitualmente sólo es necesario rellenar el formulario de la K-eta, pero durante todo el 2024 se ha suspendido este requisito para españoles. Toda la información en: https://www.exteriores.gob.es/Embajadas/seul/es/ViajarA/Paginas/Recomendaciones-de-viaje.aspx
  • Tarjeta SIM: Suelo hacerme con una tarjeta SIM en cada país que visito. En Corea del Sur es cara, alrededor de 35 euros para usar durante diez días con datos ilimitados. Hay varias compañías a la salida del aeropuerto pero todas tienen los mismos precios aunque dicen que la mejor en cuanto a cobertura es KT, y es cierto que tuve internet hasta en las zonas más remotas.
  • Alquiler de bicicletas: Nosotros lo hicimos en Nara Bikes, situada en la zona de Mapo, en Seúl.
  • App Naver: El equivalente a Google Maps surcoreano.
  • Kakao: App de transportes en todo el país, útil para metro, bus, y taxi.
  • Uber: Funciona bien y los precios son asequibles.
  • Emergency Ready App: Te avisa de todas las alertas gubernamentales, ya sea por riesgo de terremoto, incendio o personas desaparecidas. Pero de todos modos, en Corea, cada vez que hay una alerta, se recibe automáticamente en el teléfono, independientemente de que tengamos número de móvil coreano o no.
  • Tarjeta T-Money: imprescindible para moverse en transporte público. Se compra en los 7eleven y se puede usar en todos los metros y buses del país, simplemente recargándola.
  • Sky Train Capsule: Reservas en la web https://www.bluelinepark.com/eng/booking.do

4 respuestas a “COREA”

  1. ¡Guau! Esta publicación de blog es a la vez una obra de arte y un trabajo de amor. ¡Gracias por compartir esta experiencia! Estoy seguro de que otros encontrarán esto como una inspiración para explorar el ciclismo en Corea del Sur. ¡Gracias!

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    1. ¡Mil gracias por tu comentario y buenas palabras! 🥰

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  2. Me encanta vuestro blog. Ké tecnología usais? WordPress?

    En un mes viajo a Corea con la intención de recorrer el carril bici de los 4v rios y volver por la costa.

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    1. Hola David. Muchas gracias! Acertaste!

      Veo que vas con tiempo de sobra para volver por la costa, así que te propongo una alternativa (ya que nosotros nos quedamos con esa espinita): tomar el ferry desde Busan a la isla de Jeju. Todo el mundo habla maravillas de ella y la puedes recorrer entera por carriles bici también. Después puedes volver en ferry a Jindo y a partir de ahí seguir subiendo hasta Seúl.

      Espero que nuestra experiencia te haya servido de ayuda para preparar tu viaje, y deseamos que lo disfrutes mucho y nos lo cuentes a la vuelta.

      Seguro que va a ser una experiencia increíble!!

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