VIETNAM

De sur a norte en bicicleta (y sin ella)

Mentiría si dijera que fui del sur al norte de Vietnam en bicicleta. Sólo fueron unos 600 kilómetros desde el sur, desde la ciudad de Ho Chi Minh, hasta aproximadamente la mitad del país, la ciudad imperial de Hué. El resto del viaje hasta Hanoi, en el norte, lo hice en un lentísimo tren, y una vez allí tomé una sucesión de autobuses y barcos para visitar Ha Long Bay. Pero vayamos por partes.

No me gustan los viajes organizados, nunca me han gustado, pero para algunos destinos y experiencias considero que es una buena opción. En este caso, quería pedalear en Vietnam y no me atrevía a hacerlo sola, pues mi única experiencia de bikepacking en solitario había sido en Francia, es decir, un terreno conocido y relativamente cercano. Era como estar siempre a salvo. Esto se sumaba a que nunca había hecho ningún viaje sola más allá de Europa, y por supuesto, tenía una montaña de miedos que se disolvieron en el momento en que me quedé sola en Camboya, justo antes de ir a Vietnam, pero eso corresponde al capítulo anterior…

Así que con todos esos miedos de unos meses antes, (sin saber aún lo bien que me sentiría siendo libre en solitario al otro lado del mundo) decidí contratar un tour organizado en bicicleta por Vietnam, un tour con bastante tiempo libre y adaptación de ritmos, además de muchas paradas interesantes en el camino. No le pongo pegas, a excepción de que la empresa española con la que contraté no me dijo que nadie más iba a hacer el viaje desde España. Así que me encontré de pronto en Ho Chi Minh aplastada por un cielo plomizo, lloviendo, con tráfico caótico y ruido por todas partes, con 16 personas de habla inglesa que no conocía y no podía entender apenas. Debo aclarar que mi inglés era limitado, entendía, me hacía entender y podía tener conversaciones básicas. Pero eso es muy diferente a tener que compartir jornadas con personas que hablan a la vez, rápido, cansados, sobre temas a veces complejos, con diferentes jergas y sus particulares acentos británicos, escoceses, estadounidenses o alemanes incluso… Sumado al cansancio del esfuerzo físico durante el día, los momentos que compartiríamos me supondrían un gran esfuerzo mental. No solo sería un gran esfuerzo para mí, también lo sería para ellos, y poca gente está dispuesta a hacer ese esfuerzo para hablar con alguien con quién cuesta comunicarse…

Me sentía fatal, pero tenía tantas ganas de recorrer el país en bicicleta que decidí no arruinarlo todo el primer día y darle una oportunidad al viaje que ya tenía contratado, haciéndolo con ellos pero pasando la mayor parte posible del tiempo en solitario. Empecé mi viaje visitando la ciudad sola, cenando por ahí sola. Intenté también desayunar sola y pedalear sola, pero esto no fue así, pues empecé a tener cada vez más a mi lado al americano que se esforzaba por entenderme y hablarme en su básico español mexicano. Cada vez más y más, hasta que, han pasado muchos meses y seguimos al lado… Jamás hubiera imaginado que pedaleando sola al otro lado del mundo encontraría a mi compañero de vida. Pero eso también es otra historia.


Ho Chi MinhMui NeDa LatNha TrangWhale IslandQuy NhonHoi AnHai Van PassHueHa Long BayHanoi


Ho Chi Minh y túneles de Cu Chi

Ho Chi Minh es ruidosa y caótica a la que hay que saber encontrarle el encanto característico que tienen todas las ciudades asiáticas, eso que yo llamo el sabor agridulce que las caracteriza.

La ciudad tiene algunos edificios reseñables situados en el centro histórico que pueden visitarse caminando, como la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús (en la foto), la Catedral de Notre Dame, el Museo de la Guerra, la Oficina de Correos, el Ayuntamiento o el Palacio de la Reunificación.

Muy cerca de este último tenemos el Mercado Ben Than, donde podremos encontrar todo lo imaginable, aunque por desgracia se ha vuelto tan turístico que cuesta encontrar un auténtico ambiente local. Al anochecer, a sólo unas calles del mercado, podremos saborear cualquier tipo de comida asiática en el Ben Nghe Street Food, un espacio moderno con varios puestos de bebida y comida donde poder compartir mesa con otros viajeros y locales, a precios razonables.

Una vez caída la noche es interesante subir al mirador de la Bitexco Financial Tower, desde donde tendremos una vista panorámica de la complejidad y extensión de esta ciudad.

Para finalizar el día, como lugar curioso donde tomar algo, encontré el edificio The Café Apartments, un antiguo cuartel militar reconfigurado en cada una de sus salas, con cuidados cafés y tiendas de arte con un estilo underground y bonitas vistas. El uso del ascensor es de pago, pero se puede subir gratis por las escaleras visitando los locales de cada una de las plantas.

En los alrededores de la ciudad, la visita obligada son los túneles de Cu Chi, un fascinante sistema subterráneo que desempeñó un papel crucial durante la guerra de Vietnam. Estos túneles no sólo sirvieron como escondites estratégicos para los soldados y la población local, sino que también albergaban almacenes, cocinas, hospitales e incluso escuelas subterráneas. Explorarlos ofrece una visión única de la historia y la ingeniería militar, permitiéndote adentrarte en los estrechos pasajes y experimentar de primera mano las condiciones en las que vivían y luchaban quienes los utilizaban. Están situados unos 45 kilómetros al norte de la ciudad, y para nosotros fueron nuestra primera ruta en bici en Vietnam.


Mui Ne

Salir de Ho Chi Minh en autobús es una pesadilla, el tráfico es horrible y parece que no se avanza, además pareciera que la ciudad nunca termina. Nuestro autobús nos dirigió a un lugar remoto en dirección este, dónde cogeríamos nuestras bicis y nos pondríamos a pedalear por carreteras secundarias, a través de plantaciones de frutas tropicales, caucho y tabaco hasta llegar a Phan Thiết, el lugar donde haríamos noche, a pocos kilómetros del pueblo de pescadores de Mui Ne.

Hoy el día es muy diferente, fuera de Ho Chi Minh es soleado. Pedaleando a mi ritmo, en soledad, disfrutando del paisaje que me rodea, recuerdo por qué hago esto, recuerdo que me encanta y que estoy aquí para disfrutar de la vida haciendo lo que más me gusta y lo que me apetece.

Pero por un momento hay algo que me hace tambalear, en uno de los descansos grupales vemos que un hombre cargado con alforjas se aproxima, al llegar a nuestra altura se detiene y comienza a hablar con algunos de nosotros. Este hombre es un francés que viene recorriendo Asia en solitario desde hace meses en sentido opuesto al nuestro. En ese momento siento que eso es lo que debería estar haciendo yo, estar por mi cuenta recorriendo Asia en lugar de hacerlo con un tour organizado. No me sentí bien por un largo tiempo, y tras 80 kilómetros pedaleando, al llegar al hotel, salí a dar un paseo por el malecón de Phan Thiết, donde la marea estaba tan alta que constantemente el agua saltaba el muro convirtiéndose en la atracción del día de niños, jóvenes y no tan jóvenes. Era una delicia verlos saltar disfrutando de algo tan simple y a la vez maravilloso que la naturaleza nos puede dar. Ese día sacó de mi varias sonrisas.

Phan Thiết es un pueblo de pescadores, con hermosas playas, un mercado de pescado de lo más bizarro y un ambiente nocturno local alrededor del margen derecho del río donde la mayoría de turistas no se atreve a parar, pues en este lugar suelen quedarse engullidos en sus lujosos complejos hoteleros obviando la realidad.

A la mañana siguiente pudimos ver los colores característicos de los barcos de pescadores, que la noche anterior no habíamos podido apreciar. El camino en bicicleta desde Phan Thiết a Mui Ne es uno de los que sentí más bonitos y disfrutones. Discurre por carreteras al lado del mar, sin demasiado tráfico y con mucho ambiente local. Si hubiera podido elegir, sin duda hubiera pasado la noche en Mui Ne, y quizá un par de días más. El pueblo es agradable y lleno de vida, y cada mañana es un autentico espectáculo sentarse en la playa a observar cómo llegan los pescadores en sus extrañas barcas redondas a vender sus capturas para obtener el salario del día.


Da Lat

La localidad de Da Lat está en el interior, es una agradable estación de montaña conocida como Le Petit París, pues fue la favorita de los franceses por su clima y es considerada por muchos la ciudad más hermosa de Vietnam. Hoy día es un destino muy popular para los vietnamitas que buscan pasar su luna de miel.

Pero para llegar a Da Lat, hay que pedalear hasta allá. Situada a 1.500 metros de altura, y partiendo desde el nivel del mar, podemos imaginar el camino, con numerosas subidas y bajadas, sobre todo subidas, pero de una belleza extraordinaria. Notando esa sensación que me encanta, sintiendo la pura felicidad, apreciando toda la inmensidad de la naturaleza que me rodeaba. La hermosura de los campos, las montañas, las cascadas que se abren paso en cada grieta más insospechada, las bajadas a toda velocidad… Un camino duro pero hermosísimo a cada pedalada.

En Dalat tuve de nuevo la sensación de querer quedarme más tiempo y no poder hacerlo por el ritmo impuesto. Una tarde y una noche no son suficientes para conocer los numerosos encantos de la cuidad y sus alrededores, pero está claro que cuando pasas jornadas enteras pedaleando no tienes tiempo para otras cosas. Parece que siempre tenemos el tiempo limitado en el modo de vida que llevamos…

Como atractivos de la ciudad debo mencionar la Linh Son Pagoda, el paseo romántico a orillas del río, viendo los puentes bien iluminados y las vistas tan bellas de la ciudad; el Night Market al que como en cada ciudad nos acercamos para ver el bullicio local, el extraño y laberíntico Maze Bar, un indispensable en esta ciudad. Para terminar la noche encontramos un bar con música ¡en directo! Una gran noche en esta ciudad bonita y animada.


Nha Trang

Ir desde Da Lat a Nha Trang, en la costa, se disfruta muchísimo debido al largo descenso de 1.500 metros durante 30 kilómetros a través de bosques de pinos y campos de arroz en pleno Parque Nacional Bidoup-Ba, sembrados por las minorías étnicas que habitan las tierras altas centrales.

De nuevo el día es espectacular, sin lluvia y soleado, pero fresco, pues lo iniciamos en la montaña, pero a medida que vamos descendiendo se empieza a sentir el calor y bochorno del lugar.

Otro día maravilloso pedaleando entre montañas y paisajes de cuento hasta llegar a la misma ciudad de Nha Trang, una ciudad costera que parece una postal en la que aparecen palmeras, arena dorada y el azul de las aguas del Mar del Sur de China, por esto es un enclave turístico que destaca por sus hermosas playas y sitios de buceo.

Hacemos un alto en el camino de un par de días para ir a Whale Island.


Whale Island

El lugar perfecto para descansar y alejarse del turismo de masas, hasta tal extremo que lo único que encontrarás en esta isla es un resort donde te puedes alojar, pero también posee una gran belleza y algunas cosas interesantes para hacer.

Una de las razones por las que la gente va a Whale Island, además de para relajarse en un entorno idílico sin apenas gente, es para practicar snorkel. Tras nuestra primera noche en la isla, un barco nos recoge a primera hora de la mañana y nos adentramos en el mar turquesa durante algo más de una hora buscando el lugar ideal donde arrojarnos al agua y ver la fascinante vida marina en los arrecifes a través de nuestras gafas, además de disfrutar del sol calentando nuestro cuerpo en algunas playas aisladas. Es una aventura que merece la pena.

En la isla, además se puede hacer un recorrido de trekking que la rodea y te lleva al punto más alto en una hora y media de caminata. El camino es bonito, entre la vegetación, rodeados de mariposas y preciosas vistas, pero también vemos la cara más desagradable de la isla, una realidad que por desgracia está cada vez más presente en las playas de Asia: hay basura por todos los lugares, plásticos de todo tipo se agolpan en las playas, incluso tienen redes enormes para que la basura no llegue a las playas del complejo hotelero, pero en cuanto te alejas un centenar de metros de las cabañas, ves que por desgracia, no todo es tan idílico como parece.

Debo decir que los atardeceres aquí son preciosos, pero los amaneceres son pura magia en Whale Island…


Quy Nhon

Al salir de Nha Trang nos encontramos con bonitos paisajes costeros en Tuy Hoa y Chi Thang que se embellecen a medida que llegamos a Quy Nhom. Esta ciudad es un precioso enclave costero frecuentado por turismo local.

La ciudad es extensa y agradable de pasear, aunque en nuestro caso, apenas pudimos disfrutarla porque las jornadas en bicicleta eran interminables. Aún así destacaré el Memorial Familiar de Ho Chi Minh y el Templo Ong Nui con su Buda gigante.

Pedalear en estrechas hileras de tierra que discurren entre verdes arrozales es una auténtica maravilla. En estas zonas remotas los niños nos saludan y sonríen a nuestro paso, nos gritan que nos acerquemos y sus familias nos miran sonrientes en la lejanía. Yo también sonrío, siempre sonrío.

Este área remota es de lo más espectacular del país. De camino a Hoi An a través de la Península Thi Nai cruzamos el puente sobre el mar más largo de Vietnam, el Nhon Hoi Bridge. Paramos en un mercado auténticamente local, y seguimos por la línea de costa disfrutando de bahías, playas, dunas y vistas de barcos de colores flotando en el mar del Este.


Hoi An

La belleza de esta vibrante ciudad es innegable, para mi gusto la más bonita de todas las que conocí en Vietnam. Con su arquitectura colonial francesa perfectamente conservada, sus bulliciosos mercados y su deliciosa gastronomía, es un destino que cautiva a viajeros de todo el mundo. Recorrer sus calles llenas de historia y cultura es una experiencia inolvidable, sobre todo al anochecer, momento en que la ciudad se transforma cuando locales y extranjeros suben a las barcas que navegan por el rio mientras el sol se pone y va dejando paso a la luz de la luna adornada con miles de farolillos de colores.

Hoi An fue el primer puerto comercial europeo en Vietnam, ahora más parece un museo viviente, con casas de madera de los comerciantes y templos de diferentes estilos: chino, japonés vietnamita e influencias arquitectónicas europeas. La suerte de visitar esta zona en noviembre puede marcar la diferencia entre que esté totalmente anegada o no, pues la cuidad se encuentra en zona inundable y el agua llega fácilmente al metro y medio de altura en las calles y casas más cercanas al rio en esta época del año. Por suerte, cuando nosotros llegamos, habían pasado 6 días de la última inundación y la ciudad lucía impecable. Es increíble cómo la gente adapta su vivienda y su modo de vida a las inundaciones habituales.

La ciudad merece dedicarle además de una noche, un día entero para ver su casco antiguo declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. Los lugares más emblemáticos son: el puente cubierto Japonés, la Casa de Phung Hung, el Salón de Asambleas de Phuc Kien, la Casa de Quin Thang, la Casa de Tran Ky y la Capilla de la Familia Tran. Debemos pagar una tasa de acceso al casco antiguo que además nos permite visitar cinco de los más de 20 lugares de interés.

Lo mejor es perderse por el casco antiguo e ir descubriendo cada rincón, aunque si hay un lugar donde ver la vida lugareña en su máxima expresión es el mercado central, sobre todo a primera hora de la mañana, cuando está rebosante de actividad.

También el mercado nocturno es una interesante visita que nos obliga a cruzar de noche el puente de los farolillos y tener una vista de la ciudad desde otra perspectiva.


Hai Van Pass

Al estar recorriendo Vietnam en bicicleta, una vez salimos de Hoi An y nos dirigimos a Hue, hicimos algo ABSOLUTAMENTE INCREÍBLE (que suele recomendarse en muchas webs para hacer generalmente en moto), cruzar el Hai Van Pass o paso de las Nubes. Este paso de montaña une las ciudades de Hu y Hoi An a través de algunos de los mejores paisajes del país. Subimos a una altitud de 580 metros sobre el nivel del mar, atravesando la montaña de Bach Ma, una parte de la cordillera de Truong Son que bordea la costa. El paso suele estar cubierto de nubes, de ahí su nombre, pero a nosotros, por un largo periodo de tiempo nos permitió disfrutar de las vistas, aunque eso sí, con ligera lluvia durante todo el ascenso que después se torno intensa en el descenso… Pero aún así, subir y bajar el Hai Van Pass en bicicleta fue una de las experiencias más memorables de toda mi vida.

Después del descenso estamos completamente empapados, pero seguimos camino de Hue, pasando por hermosas aldeas de pescadores y zonas donde están faenando, algo que, por la forma de utilizar sus redes, me resulta sorprendente.


Hué

Hué afirma ser el centro cultural e histórico de Vietnam, y realmente tiene merecida esta calificación.

Totalmente agotados, llegamos a la ciudad una vez se ha hecho de noche, pero esta vez disponemos del día siguiente, hasta bien entrada la tarde, para recorrerla. La mañana siguiente hacemos una visita guiada en bicicleta por la ciudad. El día amenazaba lluvia levemente, pensábamos que no llovería, pero lo cierto es que no dejó de hacerlo. El último día, empapados de nuevo, visitamos los puntos más importantes de la ciudad.

El sitio más memorable es la ciudadela, con murallas de 9 kilómetros de largo, en cuyo interior se encuentran los palacios y salones de los mandarines, y los restos de la Ciudad Púrpura Prohibida, donde sólo se permitía la entrada al emperador y sus eunucos y concubinas. Retomando nuestras bicis bajo la lluvia nos dirigimos a la famosa Pagoda Thien Mu, y después, despidiéndonoslas de nuestras bicis por el resto del viaje y del equipo que nos acompañó, y tomamos un barco con forma de dragón a lo largo del Río Perfume, hasta las elaboradas Tumbas de los Emperadores Nguyen, que gobernaron Vietnam desde Hué.

A media tarde, nos aprovisionamos de comida y nos dirigimos a la estación para tomar el Tren de la Reunificación, un tren nocturno que nos llevaría hasta la ciudad de Hanoi, 688 kilómetros al norte, durante 14 largas horas… teniendo en cuenta las 3 horas que el tren estuvo parado en mitad de la noche y de la nada, desconociendo que era lo que pasaba. Creo que los retrasos en los trenes son tan habituales en este país como las flores de plástico que decoran los gabinetes dotados de literas. Aquella noche, afortunadamente, compartí cuarto con el Team América, siendo la única española entre cuatro americanos, pero por suerte, no la única hispanohablante.

Tras amanecer en el tren, asearnos de mala manera, tomar un extremadamente caro café y comer los bollos que habíamos comprado la tarde anterior, un autobús nos recoge para trasladarnos durante otras tres horas de viaje hasta la Bahía de Ha Long. Realmente esto fue me pareció más largo que todo lo que recorrí en bicicleta…


Ha Long Bay

La Bahía de Ha Long nos ofrece una de las vistas más asombrosamente hermosas del sudeste asiático. Está formada por alrededor de 3.000 picos de piedra caliza que se elevan directamente desde el claro mar esmeralda y navegar por sus aguas, incluyendo una noche en las mismas, es una de las experiencias imprescindibles de este país. Debo afirmar que es un lugar muy turístico, pero en los momentos en el barco, en ningún momento tuve la sensación de que hubiera demasiada gente en aquellas calmas aguas brillando a la luz de la luna llena.

En la bahía encontramos el mirador de Ti Top, el punto más alto al que llegamos después de subir numerosos escalones. Las vistas son bonitas, pero es un lugar en el que sí se percibe demasiada gente, a pesar de que nos comentan que todavía visita Vietnam un 40% menos de gente que antes de la pandemia. Lo cierto es que no puedo imaginar cómo seria antes, pues en ese momento no quiero ni acercarme a la playa de ese islote, atestada de gente, que no merece la pena ni que la frecuentemos. Así que esperamos pacientemente a que nuestro barco nos recoja y nos lleve hasta un punto donde poder hacer kayak en el mar junto con otros cientos de miles de kayakistas, o eso es lo que a mí me pareció. La cueva de Bang Song Sotos es otro de los puntos fuertes de la bahía, al que fuimos a la mañana siguiente y del que reitero el calificativo masificado.

Todos los «atractivos» del párrafo anterior no son nada en comparación con el hecho de viajar tranquilo por la bahía, en un barco para nosotros solos. Ha Long es un lugar para disfrutar. Para disfrutar del silencio, de la quietud, para mirar a nuestros adentros rodeados de un paisaje increíblemente bello, viendo los colores del atardecer, tomando vino a la luz de la luna que nos vigila, saboreando los primeros rayos de sol del amanecer… Ha Long es el lugar de la calma cuando navegas en sus aguas.


Hanoi

La llegada a la ciudad fue en la noche, estábamos cansados y el poco tiempo de que disponíamos estaba programado para ir a cenar con el grupo y despedirnos. Fue la única noche que cené con todo el grupo, era algo que tenía que hacer por obligación. Después de la despedida, solo dio tiempo a pasear por el lago, entre la tristeza y la esperanza, viendo únicamente las luces rojas del brillante puente que cruzan el lago Hoan Kiem y escuchado la música de las señoras que dan clases de baile en sus orillas.

Al día siguiente, tras la tristeza de primera hora y la vuelta a la soledad que ahora no me agradaba, me dirigí al punto de encuentro del free tour en español que tenía contratado. Después de tantos días necesitaba comunicarme en mi lengua materna sin tener que hacer el esfuerzo de pensar antes de hablar y escuchar. Fue un alivio, aunque lo que realmente quería no era estar con esa gente…

Hanoi tiene algunos atractivos, algunos de ellos cercanos entre sí como para hacer un recorrido a pie. El lago Hoan Kiem es el punto de referencia alrededor del cual tenemos el Barrio Francés y el Barrio Antiguo, un buen lugar para frecuentar mercados nocturnos y puestos de comida callejera; este lago alberga el Templo de Ngoc Son en su interior, conectado a través de un particular puente rojo, así como la Torre de la Tortuga, también visible desde cualquier orilla.

Otros de los lugares a los que llegar caminando desde el Barrio antiguo son la peculiar Catedral de San José realizada en cemento aunque parezca de piedra, el Templo de Bach Ma, cafés por doquier donde degustar el popular “egg coffee”, comer el archiconocido Banh Mi, o incluso perdernos entre las calles menos frecuentadas para pobrar a qué sabe el perro cocinado cual cochinillo o hecho en morcilla (algo que no volveré hacer en mi vida, no precisamente por el sabor, si no por la sensación horrible que tuve durante semanas después). Y por la noche… hay que atreverse a pisar la calle Ta Hien y sumergirse en el ambiente festivo de la ciudad.

Una de las calles más famosas de la ciudad es también la calle del Tren de Hanoi, en la que tendremos que apretujarnos contra las paredes para permitir el paso del tren sin incidentes (hay que mirar los horarios antes de ir, pues no es muy frecuente el paso). 

Algo más apartado tenemos el templo de la Literatura, el Museo de Historia Militar de Hanoi y el Palacio Presidencial.

Después de hacer ese recorrido, me sentía plomiza, como el día, que estuvo siempre gris. No quería seguir allí, ya había tenido suficiente tiempo en una gran ciudad, así que estuve pensando qué iba a hacer esa última semana que tenía disponible en Asia antes de regresar a casa. Por un lado, quería conocer Sapa, la región del norte de Vietnam, pero supe que el tiempo de mayor apogeo de los arrozales había pasado y no merecería la pena ir hasta allí. Después del free tour y de pasar la tarde vagando solitariamente durante horas por esa ciudad en la que tenía claro que no quería estar, a la mañana siguiente me desperté y me compré un vuelo a Laos para ese mismo día. Hacer aquello fue una de las mejores decisiones de mi vida.

Una semana después volví a Hanoi, pues desde allí partía mi vuelo internacional. Para mi última noche en Asia reservé el mismo hotel de la semana anterior, pues ya conocía la zona. Y tendría el día siguiente casi completo para explorar la ciudad y hacer las compras de última hora. No pude hacer nada. Un virus gastrointestinal me atacó, provocando que casi me desmayara hasta en tres ocasiones, dos de ellas en el hotel (en el que tuve que hacer un late check out a las 6 de la tarde) y la última de ellas en el aeropuerto. Así se despidió de mí Vietnam. A veces consideré erróneamente que no me trató muy bien, pues en realidad, me regaló más alegría de la que nunca hubiera imaginado…


Vietnam, datos prácticos:

  • Visado: Para entrar en Vietnam los españoles no necesitamos visado para estancias de hasta 45 días, donde tenemos la entrada permitida si nuestro pasaporte está en vigor con una validez mínima de 6 meses.
  • Tarjeta SIM: Siempre suelo hacerme con una tarjeta SIM en cada país que visito si voy a estar largo tiempo. En Vietnam es fácil comprarla en las tiendas a la salida del aeropuerto a un precio asequible y sin esperas. Aunque hay varias compañías, casi todas tienen los mismos precios y coberturas.
  • Grab: Es el Uber de Vietnam, al igual que en otros muchos países de Asia. Con esta aplicación puedes reservar un coche o una moto en cualquier parte de la ciudad. Los precios son en ocasiones más baratos de lo que podrías obtener negociando en la calle con un conductor local, ahorrándote tener que hacerlo. A veces es un buen indicador de lo que te puede costar un determinado desplazamiento y después si lo prefieres, salir a la calle y ponerte a negociar. También puedes optar entre registrar una tarjeta de crédito o no hacerlo y pagar el precio acordado en efectivo al final del trayecto.