MARRUECOS

Ruta de 3 días en Marrakech con escapada al Atlas

Conocida como la ciudad roja debido al tono rojizo de sus muros fabricados con arena, nos deslumbrará tanto por su color, como por la vida vibrante de sus calles, o por sus jardines y edificios tradicionales de arquitectura sublime.


Qué ver en Marrakech

  • Plaza Jamaa el Fna

Es el punto estrella de la ciudad, el inmenso centro neurálgico. Lugar de reunión de locales y turistas. Es el inicio de todo. Pero sin embargo, nos resultó el lugar menos agradable de toda la medina, excepto a primera hora de la mañana cuando aún se respira tranquilidad mientras los rayos del sol empiezan a asomarse por encima de los edificios alejando el frescor matinal y dando paso poco a poco a un ambiente más cálido, tanto en lo que a temperatura se refiere, como al abrigo de la gente que va apareciendo para montar sus puestos de comida, de ropa, de bisutería, herramientas… Tras este momento aparecen también los turistas, mezclándose con la población local, hasta transformar la plaza después de la puesta de sol, en un hervidero de gente, animales (maltratados), encantadores de serpientes, y carteristas aprovechando el descuido de la fascinación de los turistas en este lugar abarrotado en el que apenas se puede dar un paso.

Esta plaza es un lugar por el que pasaremos en múltiples ocasiones en nuestra visita a la ciudad. Eso hará que la veamos siempre diferente, pues está en constante transformación y movimiento. Esta transformación podemos verla desde las alturas situándonos en una de las numerosas terrazas que la rodean, mientras esperamos la puesta de sol.

  • El zoco

La plaza Jamaa el Fna nos ubica perfectamente en nuestro acceso al zoco de Marrakech, el mercado histórico de la ciudad, que se extiende durante varios kilómetros en forma de laberinto techado para huir del calor sofocante de la ciudad. Estas callejuelas laberínticas están llenas de tiendas y puestos de comida. A medida que nos alejamos de la plaza, nos salimos de la zona turística, llegando a zonas en que las tiendas de souvenirs desaparecen y los diminutos locales albergan tiendas como carnicerías, talleres, o panaderías, dedicadas completamente a la población local, agrupadas por gremios, eso sí.

Lo mejor es tomar la visita al zoco como un paseo en el que dar por hecho que vamos a perdernos, olvidarnos del tiempo y de la ubicación, centrarnos en lo que vemos, e intentar no sucumbir aquí a las compras, pues es el lugar donde los precios están más inflados. Aún así, si hemos sido seducidos por la belleza de algún objeto, o por la insistencia de algún vendedor, tenemos que estar preparados para regatear muy duramente, hasta el enfado en muchos casos. El mejor momento para visitarlo es por la mañana, cuando tiene una actividad efervescente.

El zoco de los tintoreros es uno de los más característicos, quizá por lo inusual del lugar, con sus pieles de colores secándose al sol, y porque es el de más difícil acceso, lo cual se recomienda hacer en taxi para evitar estafas si no lo tenemos muy bien ubicado en el mapa. Pero hay otros muchos zocos que conoceremos a nuestro paso sin rumbo, como el zoco de tapices, el de seda y algodón, el de especias, el de babuchas, farolillos, encurtidos y aceitunas, madera, ropa tradicional…

En nuestra visita al zoco, así como en toda la ciudad, debemos tener especial cuidado con la gente que disfrazándose de amabilidad, intenta ubicarte cuando notan que te sientes perdido, explicándote como llegar a un lugar o acompañándote y después pidiéndote que pagues por ello, poniéndose violentos si no lo haces, o llevándote a otros lugares de los que sacaran un beneficio y en los que después de seguirles estarás aún más perdido. ¡Confía siempre en tu intuición y estate alerta! Y mucho cuidado con las motos que circulan por las estrechas callejuelas colándose entre la gente, rozándonos con sus retrovisores.

  • Jardín Majorelle

Sin lugar a dudas, este lugar fuera de la medina, es el sitio imprescindible para visitar si estamos en la ciudad de Marrakech.

El Jardín Majorelle es un enclave único, no sólo por la gran diversidad de plantas que podemos encontrar en ellos, si no por la aparentemente desordenada estructura (en comparación con la geométrica arquitectura tradicional árabe) configurada a través de muros, macetas, y edificaciones de tonos primarios vibrantes tan característicos, elegidos por el pintor Jacques Majorelle cuando lo construyó en el año 1917 tras llegar a la ciudad y sentirse cautivado por los colores de ésta, su energía y la inspiración que percibía en ella.

En los años 40 el acceso a los jardines empezó a ser público, para sobrellevar los altos costes de mantenimiento, y 20 años después el diseñador Yves Saint Laurent y su pareja Pierre Bergé lo visitaron, quedando completamente enamorados, por lo que otros 20 años más tarde, en la década de los 80, cuando el jardín se encontraba totalmente abandonado, la pareja decidió comprarlo y trasladar allí su residencia, “Villa oasis”. Esto fue clave en la carrera artística del diseñador, pues influyó en una mayor osadía y mezcla de colores en sus diseños.

El edificio que más destaca entre todos es el que alberga hoy el Museo Bereber, alzándose entre la vegetación en un imponente “azul majorelle” símbolo de estas tribus del desierto del norte de África, que tanto cautivaron al diseñador argelino-francés desde su llegada Marrakech.

La entrada al Jardín Majorelle conviene reservarla con antelación a nuestra visita, y podemos optar por la entrada combinada con el Museo Bereber, y también con el Museo Yves Saint Laurent, situado anejo al jardín..

  • Museo Bereber

En el área del Jardín Majorelle encontramos el Museo Bereber, ubicado en lo que en su día fue el taller del pintor Jacques Majorelle. El centro se compone de varias salas dedicadas a estos habitantes indígenas de Marruecos. El recorrido nos muestra la extraordinaria creatividad del pueblo más antiguo del norte de África, y podemos llegar a entender por qué ambos artistas propietarios del jardín se sintieron tan cautivados al conocer estas tribus fascinantes.

  • Museo Yves Saint Laurent

Aunque los tres enclaves conforman una ruta completa dedicada al famoso modisto, el centro dedicado a sus diseños se sitúa en la calle que lleva su nombre, muy cercano al jardín. El edificio es de una arquitectura sublime, a caballo entre tendencias vanguardistas y tradicionales árabes, albergando miles de prendas icónicas y accesorios de alta costura del diseñador.

  • Palacio Bahía

En español podríamos pensar que su nombre viene dado por la ubicación geográfica pero realmente procede de la palabra “bahia”, que significa brillante en árabe y se cree que al-Bahia (la brillante) era el nombre de la esposa favorita de Ba Ahmed, quién expandió el palacio comenzado por su padre en el siglo XIX. Este palacio pretendía ser el más espectacular del mundo, y al menos se convirtió en el más espectacular de Marrakech. Se trata de un conjunto de edificios y jardines que ocupan 8 hectáreas, aunque sólo una parte compuesta por 150 habitaciones y varios jardines están abiertas al público.

La rica arquitectura, su intrincada decoración y detalles de diseño de las salas, con inscripciones en árabe, figuras geométricas y arabescos son exquisitos; también lo son los artesonados de las estancias realizados en madera maciza tallada y pintada al estilo árabe. Aunque la gran estrella es su patio central, de 1.500 metros cuadrados, realizado completamente en mármol de Carrara.

Conviene ir a primera hora para evitar los grupos turísticos, pero en nuestro caso, lo vimos casi solos a media tarde, pues nuestro día de visita coincidió con la Fiesta del Sacrificio Eid Al-Adha (de la que hablaré más adelante) que paraliza completamente el país provocando cierres de museos, monumentos y tiendas.

  • Casa de la Fotografía

La Maison de la Photographie de Marrakech es el principal centro cultural de la ciudad dedicado a la fotografía. Se encuentra en el centro de la ciudad, dentro de la medina, a escasos metros del Museo de Marrakech y cercano a la Madraza Ben Youssef. Se compone de una colección permanente y de varias exposiciones temporales a lo largo del año, cuya temática suele tener un evidente componente social, histórico y folclórico. En la exposición permanente hay representadas temáticas de la población del Alto Atlas, así como panorámicas de la ciudad décadas atrás, el desierto del Sahara o grandes monumentos del país.

Además de fotografías y negativos de color o blanco y negro, también hay otros formatos de gran interés, como postales, documentales cinematográficos y numerosos libros que han formado una de las mejores bibliotecas de la ciudad.

  • Madraza Ben Youssef

En su día fue la escuela musulmana de estudios superiores más grande y más importante del país, construida en el siglo XIV. En ella, un máximo de 900 estudiantes vivían en sus 130 austeras celdas hasta su cierre, en el año 1960. Veinte años más tarde, se abrió al público para dar a conocer este importante lugar histórico, que se ha convertido en otra de las visitas imprescindibles en nuestro viaje a Marrakech, pues se trata de una auténtica joya arquitectónica realizada en estuco, madera de cedro, mármol y azulejos de colores, articulada alrededor de un gran patio en cuyo centro existe una alberca rectangular con una fuente, algo característico de la arquitectura árabe. La sala donde se realizan los rezos es uno de los espacios más interesantes en cuanto a decoración, repleta de relieves de palmeras y piñas en la zona del mihrab. Visitando los pisos superiores, podemos hacernos una idea de la vida de los estudiantes en aquella época.

Una vez en la Madraza, no podemos perdernos la mezquita homónima situada al lado. Data del siglo XII y tiene un minarete que se eleva del suelo más de 40 metros.

  • Muralla de Marrakech

La Medina está abrazada por una muralla de arcilla roja y adobe de 15 kilómetros, que separa la parte más antigua de los nuevos barrios, dotándoles de acceso a aquella a través de diecinueve puertas de entrada. Algunas de estas puertas son una obra de arte en sí mismas, como es el caso de la Puerta de Bab Agnaou, de una exquisita arquitectura y decorada con bajorrelieves y piedra verde.

Esta muralla es una de las más grandes y mejor conservadas de Marruecos. Fue construida en el siglo XII con una función inicial, la de defender el núcleo urbano antiguo. Por ello, su altura oscila entre los 8 y los 10 metros, con un espesor que llega a los 2 metros en algunos tramos. Se puede recorrer a pie una buena parte de esta muralla, que parece ir cambiando de color según la luz del día y del punto en el que nos encontremos.

  • Mezquita Koutoubia

Todas las miradas desde la plaza Jamaa el Fna nos llevarán a ella gracias a su minarete de 66 metros de altura culminado con azulejos verdes. Esta mezquita es la más grande de la ciudad, y una de las más grandes del mundo árabe cuando se terminó su construcción en el siglo XII. Además sirvió de inspiración para la Giralda de Sevilla, lo cual es evidente por la similitud que poseen ambas. 

Las mejores vistas del minarete son: bien desde la calle que la une con la plaza Jamaa el Fna, o bien desde los jardines de árboles frutales de los alrededores, aunque es estos últimos será menos tranquila su contemplación debido a la cantidad de mujeres que intentan “regalarte” baratijas.

Estas son las únicas vistas que podremos tener, pues la entrada sólo está permitida a musulmanes, aunque podremos ver el ambiente de la zona en una de las cinco llamadas diarias a la oración, y sobre todo, los viernes por la mañana cuando se abren las puertas para los fieles que acuden vestidos de blanco inmaculado.

  • Tumbas Saadíes

Estas tumbas de finales del siglo XVI están localizadas en un jardín cerrado al que se accede a través de un pequeño pasillo. Fueron descubiertas en el año 1917 y abiertas al público tras un corto periodo de restauración, pues el buen estado de conservación de las mismas lo permitió, ya que con la caída de la dinastía saadí, la entrada fue tapiada para que nadie tuviera acceso, por tanto, no pudieron ser saqueadas como hicieron con los palacios. 

  • Museo de Marrakech

Lo más destacable de este museo es el edificio en el que se encuentra, sobre todo el patio en torno al que se articulan las salas del museo en las que se exponen cerámicas, armas, alfombras y otros objetos tradicionales del país.

  • Alojarse en un Riad

Si queremos estar inmersos de pleno en la cultura local, tenemos que alojarnos en un Riad. Éstos son antiguos palacetes ubicados en la medina, con un patio interior dotado de estanques y fuentes, rodeado por habitaciones en una altura de dos o tres plantas. Estos edificios han sido restaurados a lo largo de los años y hoy en día se han convertido en los alojamientos más buscados y destacados. La mayoría de los Riad tienen una azotea para desayunar con vistas a la ciudad, y en algunos casos, una pequeña piscina para huir del calor agobiante de los meses de verano. 

Pero lo mejor de estos alojamientos no es su exquisita arquitectura abigarrada, sus dulces desayunos tradicionales o sentirnos en un oasis de calma en esta caótica ciudad. Lo mejor será, sin duda, la hospitalidad árabe, haciéndonos sentir como en casa, y proporcionándonos información y servicios para poder hacer nuestra visita más gustosa.

  • Bañarse en un Hamman

Un hammam es un baño árabe tradicional que en ocasiones solemos confundir con un spá, pero nada más lejos de la realidad. Un hamman implica la limpieza de todas y cada una de las partes del cuerpo y para visitarlo deberemos llevar toalla, chanclas, jabón negro y un guante de kessa. Hay numerosos hamman tradicionales, prácticamente uno en cada barrio, cerca de las mezquitas, y visitar uno, es una experiencia local única.


Un día en la Cordillera del Atlas: escapada a Ouarzazate y Ait Ben Haddou

Es suficiente dedicarle a la ciudad de Marrakech un par de días, y si disponemos de más tiempo, una buena idea es hacer una de las excursiones de un día ofertadas por numerosos tour operadores a través de internet.

Como siempre digo, esta no es la forma de hacer turismo que me gusta, pero dependiendo del lugar y del tiempo de que dispongamos, se hace más fácil conocer un poquito más del país de esta manera.  Este tour de un día es largo, pues tenemos que atravesar la cordillera del Atlas y eso nos llevará al menos 3 horas de ida y otras tantas de vuelta. 

Salimos de la ciudad muy temprano en la mañana, apenas está saliendo el sol cuando nos dirigimos tierra adentro durante algo más de una hora hasta llegar a nuestra primera parada, el puerto de Tizi n’Tichka. Este puerto de 2.260 metros es el más alto del norte de África y es percibido como la entrada al desierto del Sahara, debido a que fue muy utilizado en el pasado por las caravanas que conectaban la ciudad con el desierto. Las vistas panorámicas de la cordillera son increíbles desde aquí.

Continuamos otra hora y media en furgoneta hasta llegar a  la localidad de Ouarzazate, donde se encuentra ubicado el centro cinematográfico Atlas Studios, lugar en el que se han rodado varias películas, algunas de ellas muy conocidas, y que posee unos decorados muy elaborados que nos transportarán realmente a otro lugar en el espacio y en el tiempo. Nuestra visita guiada de una hora y media de duración fue suficiente para aprender bastantes curiosidades acerca de este lugar y el entorno que le rodea.

Después de un almuerzo tradicional, nos dirigimos al lugar que nos hizo decidirnos por hacer esta excursión, el motivo de esta visita: la ciudad de Ksar Ait Ben Hadu. Esta espectacular kasbah a orillas del río, está construida completamente en arcilla y piedra, y rodeada de imponentes murallas. Como no podía ser de otro modo, fue declarada Patrimonio Mundial de la Unesco en 1987, y hoy en día sigue siendo una de las mejores kasbah conservadas de todo el país. Es un lugar onírico que nos enamoró a pesar del calor sofocante que azotaba nuestros cuerpos a medida que subíamos sus calles a primera hora de la tarde. Su belleza, su historia y su singularidad mágica la convierten en una parada obligatoria para todos aquellos que queremos adentrarnos un poquito en la forma de vida de las poblaciones bereberes que habitan esta zona del desierto.

La vuelta nos llevó otras tres horas de camino sin apenas descanso, pero a pesar del cansancio y el calor, concluimos que mereció la pena.


La Fiesta del Sacrificio, el espectáculo más dantesco…

Cuando planeamos nuestro viaje a Marruecos y compramos los vuelos, no sabíamos que íbamos a vivir la experiencia más bizarra imaginable. De los tres días con sus tres noches que estuvimos en la ciudad, el último de ellos se celebraba la tradicional fiesta del Sacrificio o Día del Cordero, conocida como Eid Al-Adha, algo de lo que nos enteramos una vez pusimos el primer pie en el país, cuando el conductor del taxi nos advirtió de que el siguiente lunes todo estaría cerrado. Y todo, es TODO.

Se trata de la mayor festividad de los musulmanes, y sólo en ese día en el país de Marruecos se se sacrifican alrededor de 8 millones de corderos. Durante toda nuestra estancia, los días previos a la fiesta, vimos un constante trasiego de vendedores y compradores de corderos que eran transportados de las maneras más surrealistas, a hombros en una moto, en jaulas, en maleteros de coches, en triciclos… Hasta que llegó el día del que nos habían hablado.

Aquella mañana, salimos a pasear para intentar ver un poco de esa tradición tan importante y desde primera hora lo único que se escuchaba era un silencio sepulcral interrumpido de vez en cuando por el grito sordo de algún cordero que clamaba vida. Hasta que dejaba de hacerlo.

Después, algunas puertas de casas en la medina empezaron a abrirse, dejando ver patios ensangrentados y escasos hombres que salían con cuchillos de la mano y camisetas llenas de sangre. Poco tiempo después, más hombres iban saliendo a la calle, para tirar en algunos rincones las tripas y las pieles de los animales, envolviéndolo todo de un aroma nauseabundo a medida que pasaba el día y el sol calentaba aquellos órganos ya casi putrefactos.

Tras esos momentos comenzaron a aparecer carros tirados por caballos, que iban recogiendo las pieles desechadas con algún fin posterior. La imagen era apocalíptica: un hombre dirigiendo a latigazos un caballo que arrastraba un carro lleno de pieles de corderos muertos dejando un reguero de sangre a su paso debido a la gran velocidad que llevaba por las estrechas calles de la medina… Absolutamente indescriptible con palabras aunque trate de hacerlo, pues lo que vieron nuestros ojos es inenarrable. Y por supuesto, a pesar de mi trabajo, me abstuve de hacer fotografías con el fin de respetar su tradición.

A medida que esto sucedía, los hombres jóvenes sacaban los cráneos y las patas de los animales sacrificados, prendiendo hogueras en cualquier zona de la calle, situando aquellos restos sobre viejos catres, vallas o alambradas, hasta que quedaban completamente calcinados mientras el humo y el olor a carne quemada flotaba en el aire inundando nuestras entrañas y ocultándonos la visión completa de lo que estaba sucediendo.

Un espectáculo como pocos he visto en mi vida. Así como el hecho de haber visto esa efervescente ciudad completamente cerrada, después de vivir el bullicio habitual de días atrás.

Sobrecogedor. 


Marruecos, datos prácticos:

  • Visado: Para entrar en Marruecos los españoles no necesitamos visado, teniendo permitida la estancia hasta por un periodo de 90 días seguidos.
  • Tarjeta SIM: Siempre suelo hacerme con una tarjeta SIM en cada país que visito, pero en este caso, decidí disfrutar más de la realidad del país sin desconectarme de la misma por culpa del teléfono, así tiré de wifi en el hotel, aunque también diré que casi todos los restaurantes y bares también disponen de conexión. Igualmente, como en todos los aeropuertos turísticos, al llegar, encontraremos puntos de venta de tarjetas SIM, y si no queremos esperar para conseguirla a nuestra llegada, o llegamos en un horario complicado, nos podemos hacer con una e-SIM en cualquiera de las muchísimas plataformas que se ofertan en internet.
  • Taxis: En Marrakesh hay taxis en cada esquina, bien visibles gracias a su color amarillo, por lo que no será complicado hacernos con uno en cualquier punto de la ciudad, aunque ésta es tan pequeña que puede recorrerse a pie sin ningún problema. Para traslados al aeropuerto, nosotros decidimos contratarlo directamente con la app de booking, pues resultaba mucho más barato que gestionándolo con el Riad. Igualmente, conviene siempre acordar el precio de antemano.