BRASIL

Recorrido de 11 días desde Salvador a Iguazú


Salvador de BahíaIslas Frades e ItaparicáRio de JaneiroIlha GrandeCataratas de Iguazú


Itinerario:

  • Día 1: Llegada a Salvador de Bahía al anochecer
  • Dia 2: Salvador de Bahía: Pelourinho y Barrio de Barra
  • Día 3: Salvador de Bahía: Excursión a las Islas de Frades e Itaparica
  • Dia 4: Salvador de Bahía – Vuelo a Rio de Janeiro
  • Dia 5: Rio de Janeiro: Cristo Redentor, Urca y Pan de Azúcar
  • Día 6: Río de Janeiro: Centro histórico y Santa Teresa. Copacabana e Ipanema
  • Día 7: Ilha Grande
  • Día 8: Ilha Grande
  • Día 9: Cataratas de Iguazú lado brasileño
  • Dia 10: Cataratas de Iguazú lado argentino
  • Día 11: Dejamos Brasil y continuamos nuestro viaje a Bolivia con una breve estancia en Asunción, la capital Paraguaya.
img_2887

Empezamos el viaje mal. De hecho, lo empezamos de milagro, debido a que tan sólo 6 días antes de comenzarlo, me fracturé el hueso sacro al pisar una placa de hielo haciendo trekking en la montaña. Durante esos terribles seis días pensaba que no podríamos ir… Finalmente, tomamos la decisión de ir y fue acertada, aunque ambos sabíamos que este viaje debería ser de otra forma: con calma, numerosas paradas, y ninguna actividad que exigiera un mínimo de fuerza y aguante.

A pesar de cómo empezamos el viaje, el recibimiento que nos da Brasil no puede ser mejor: buena temperatura, hotel confortable tras pasar 9 horas sin poder mover ni una pierna en el avión, y una cena deliciosa en la habitación. Estamos cansados, pero parece que este país está esperando que carguemos las pilas para darnos una buena alegría.


Salvador de Bahía

Amanece muy pronto en Salvador, y al correr las cortinas descubrimos que nuestra habitación del rascacielos en que se encuentra el hotel, tiene unas fabulosas vistas del océano Atlántico. Bajamos a desayunar y quedamos completamente boquiabiertos con la gran variedad de exquisiteces que podemos degustar, sólo con verlo sé que me voy a poner morada a pan de queso, pastel de tapioca, frutas tropicales… Pero la mayor sorpresa nos la llevamos al volver a nuestra habitación tras el desayuno, donde una pareja de loritos nos está esperando golpeando el cristal y haciéndose carantoñas frente a nosotros. ¡Qué buena señal! ¡Cuánto amor! Siempre me he identificado mucho con los pájaros, sobre todo con los tropicales, y que hayan venido a visitarnos me parece pura magia para comenzar nuestro viaje.

img_2712

Pelourinho: El primer día tenemos contratado un tour para visitar este barrio histórico, y así tener una primera toma de contacto con la ciudad. Como he dicho en muchas ocasiones, no me gustan este tipo de tours organizados, pero nos decidimos a contratarle porque habíamos leído que Salvador era una ciudad muy peligrosa y había que tener mucho cuidado con las calles por las que paseábamos o los lugares donde nos metíamos. Bueno, pues debo decir, que en ningún caso sentimos esa sensación de inseguridad, ni con el tour, ni cuando pateamos la ciudad nosotros solos, pues a mitad del tour decidimos abandonarlo porque ese no era nuestro estilo; menos aún cuando nos vendieron un tour en español pero éramos las dos únicas personas no brasileñas en el grupo, por lo que las explicaciones en español eran de lo más escuetas.

Pelourinho está repleto de edificios barrocos de época colonial, a cada cual más impresionante, dotados de esa vida especial que le imprimen los vibrantes colores de sus fachadas, puertas y contraventanas. Algunas zonas del barrio son muy turísticas, llenas de tiendas de souvenirs en su mayoría, pero algunas otras calles reflejan más la vida real, sobre todo una vez atravesamos la famosa plaza que presume de importancia porque Michael Jackson grabó allí un videoclip. A partir de ese punto subimos la empinada cuesta para llegar a la iglesia donde comienza una bonita calle con restaurantes o bares modernos y galerías de arte sorteados entre las viviendas. En esta zona se encuentra el Cafelier, con vistas espectaculares del mar, y que se convirtió en el lugar perfecto para comer algo mientras tomamos nuestro primer caipirinha en el país.

En Pelourinho encontramos una iglesia a cada paso, y en muchas de ellas, así como en algunas fachadas, aparece el típico azulejo portugués en azul y blanco, que en mi caso, ayudada por la morfología de la ciudad, me traslada un poquito a Oporto…

En este barrio tenemos varias visitas obligadas. Comenzamos con el antiguo Ayuntamiento, utilizado hoy como galería de exposiciones, y situado en la enorme plaza donde se encuentra también el Elevador Lacerda, que conecta la parte alta del Pelourinho con la parte baja. Este elevador es una atracción en sí mismo, y hay que subir para tener magníficas vistas de la ciudad, aunque cuando nosotros fuimos estaba cerrado por mantenimiento, pero hay un tren cremallera justo al lado de la Casa del Carnaval (posible visitar) que nos llevará a la parte baja de forma gratuita, también con muy buenas vistas.

Caminando entre callejuelas adoquinadas llegamos a la Iglesia de San Francisco, llamada la  iglesia de oro, porque se empleó cerca de una tonelada de oro para realizar sus revestimientos interiores. Con razón es una de las más bonitas de la ciudad y merece la pena pagar los 5 reales que cuesta la entrada. Lo ideal es seguir callejeando y perderse disfrutando del buen ambiente y la riquísima arquitectura hasta que nos cansemos y llegue la hora de ir a la parte baja.

img_2762

La parte baja está más descuida, hay más maleantes y es menos turística. De hecho, lo mejor que podremos hacer allí será pasear en las inmediaciones del puerto y del famoso Mercado Modelo, donde los puestos de frutas y pescado del siglo XX han sido sustituidos por puestos de souvenir para turistas y un par de restaurantes mediocres en la planta alta desde donde podremos comer o tomar algo en una terraza con vistas espectaculares.

Barra: Despues de Pelourinho tomamos un Uber para dirigirnos al Barrio de Barra, donde por ser fin de semana próximo al carnaval, había conciertos, mercados, pasacalles tocando samba y bailando capoeira… y maravillosas vistas y paseos a lo largo de las playas. Es una zona tan especial, que si pudiéramos dar marcha atrás en el tiempo, elegiríamos alojarnos aquí, pues tiene muy buen ambiente tanto de día como de noche. Las zonas más recomendadas para alojarse en Salvador suelen ser el barrio de Pelourinho (centro histórico) y el barrio de Barra. En nuestro caso estuvimos alojados en un punto intermedio entre ambas, una zona residencial lujosa que está situada en un acantilado desde el que algunos rascacielos tienen su propio tren cremallera para acceder de forma privada al mar. Esta zona no tiene mucha vida y siempre hay que tomar transporte para salir de ella, pero aún así, estuvimos muy a gusto allí, pero ahora, conociéndolo, elegiría el Barrio de Barra.

img_2627

El Faro de Barra le da nombre al Barrio, que está rodeado por dos playas, las que nos llevan hasta el Fuerte de Santa María por un extremo, y la que nos lleva hasta el Morro do Cristo por el otro. Este faro tiene una gran importancia, pues fue el primer faro construido en América del Sur, algo de lo que los bahianos se sienten muy orgullosos. En el interior de la fortaleza que lo alberga podremos visitar un pequeño museo de historia de la ciudad.

img_2875-1

Siguiendo el paseo marítimo hacia el norte llegamos al Fuerte de Santa María, una pequeña fortificación de acceso gratuito con bonitas vistas del Faro de Barra. Además, este lugar es perfecto para ver la puesta de sol y cenar en uno de los restaurantes que encontraremos a lo largo de todo el paseo marítimo.

Caminando hacia el lado opuesto desde el Faro, llegamos al Morro do Cristo, donde tendremos vistas de la ciudad y podremos relajarnos a la sombra de las palmeras en la estupenda explanada verde en la que se encuentra la imagen de este Cristo.

Iglesia de Bonfim: Otra de las visitas para hacer sólo si tenemos tiempo suficiente en Salvador y si estamos muy interesados, pues está bastante alejada del centro, por lo que deberemos tomar un Uber. La curiosidad de esta iglesia icónica se debe a lo colorido de los lazos que la rodean por todo resquicio imaginable. La historia es la siguiente: allí mismo (y en toda la ciudad) venden los típicos lazos de colores que tendremos que anudar en cualquier sitio posible y permitido de la iglesia, pidiendo un deseo por cada uno de los tres nudos que tenemos que realizar. Dicen que cada deseo se cumplirá una vez se suelte cada uno de los nudos. A día de hoy, pensamos que podríamos haber omitido esta visita en nuestra última mañana, por pasar un rato relajado en cualquiera de las playas de la ciudad.

img_2856

De Salvador me encanta el mestizaje, la diversidad, el flow que tienen las chicas, sobre todo las nuevas generaciones. Me encantan sus vestidos floreados con estampas tropicales, y me gusta que se muestran como son. Es una lástima que poca gente se anime a visitar Salvador, pues para mí, es una auténtica delicia, y un lugar en el que me sentí a gusto y tranquila.


Isla de Frades y Isla Itaparicá

Una actividad muy popular para realizar desde Salvador de Bahía es ir a pasar el día a las Islas de Frades e Itaparicá. Si disponemos de más de un día, la opción más lejana, y dicen que más bonita, es ir hasta Morro de Sao Paulo.

Para ir a estas dos islas en el mismo día, la mejor opción es contratar un tour, pues ahí tenemos todos los desplazamientos en barco incluidos. De otra forma no sería posible visitar ambas en el mismo día. Como siempre digo, no me gustan los tours organizados, pero en esta ocasión, la parte buena fue que tuvo sus ventajas para optimizar el tiempo, y pudimos disfrutar de ambas islas gracias a salirnos del rebaño, utilizando el tour sólo a modo de transporte en barco. Aunque también disfrutando durante la travesía, pues en el barco se monta un espectáculo con música bahiana, bebidas y degustación de frutas tropicales.

img_2822-1

El tour generalmente va primero a la isla de Frades, para poder relajarnos en la playa, y después a Itaparicá para comer antes de regresar a Salvador. Pero en nuestro caso, desconociendo el motivo, lo hicieron a la inversa. Por tanto, nos encontramos desembarcando en un restaurante aislado en Itaparicá tras hora y media en barco, a las 10:15 de la mañana con tiempo para almorzar… ¡Acabábamos de desayunar, es estúpido! Así que, ante nuestra negativa a almorzar en ese momento nos intentaron vender la opción de hacer un tour por el centro de la ciudad de Itaparicá (con un cargo extra), algo a lo que nos negamos de nuevo. Nuestra solución fue irnos por nuestra cuenta al núcleo urbano nada más desembarcar en el restaurante. Este restaurante está un poco alejado pero se puede caminar hasta el centro sin problema en unos 20 minutos, aunque si nos parece demasiado tiempo, podemos tomar un taxi a la salida de ese restaurante.

Itaparicá es una pequeña y coqueta ciudad, con casas de colores a orillas del mar, vegetación con flores coloridas durante todo el año, y pintorescos bares en los que relajarse tras el paseo en barco. Las dos horas que nos dan de tiempo para estar allí son suficientes para relajarnos, conocer la ciudad, visitar la fuente de la juventud, e incluso darnos un baño en las aguas turquesas que nos rodean.

Después de otros 40 minutos de viaje, llegamos a la isla de los Frades, donde disponemos de nuevo de dos horas en la isla, y otra vez decidimos irnos por nuestra cuenta. Ahora sí queríamos comer y elegimos el restaurante Soberanha Ilha, todo un acierto de lugar, donde por fin probamos el típico plato bahiano: “moqueca” de camarones, acompañado de farofa. Aún lo recuerdo y se me hace la boca agua… A parte de esto, en la isla no hay mucho más que hacer, salvo ir a la playa, que es minúscula con la marea alta, pero increíblemente bella tanto en la finura de su arena como en el color y temperatura de sus aguas. Bueno, sí hay una cosita más, subir los escalones hasta la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, donde además de ver la pequeñita iglesia, tendremos las mejores vistas de la Bahía de Todos los Santos.

img_2832

El viaje de vuelta a Salvador lo completamos en otra hora y media, y llegamos a la ciudad justo a tiempo para ver la puesta de sol, con éste escondiéndose sobre la línea del mar en el horizonte. Un fin del día perfecto.

Como consejo para quien no quiera un tour organizado, se puede ir solamente a la isla de Itaparicá saliendo desde el puerto de Salvador en barco regular y pasar allí el día completo, e incluso alguna noche, pudiendo hacer algo más que estar en la playa gracias a su infraestructura turística y atractivos culturales. En el caso opuesto, si lo único que queremos es estar en la playa, podría ser mejor opción ir a la Reserva Natural que es la Isla de Frades negociando directamente con alguna compañía, pues en esta isla no hay transporte regular y tampoco está permitido pernoctar.

img_2789

Rio de Janeiro

Tenemos la sensación de que hemos llegado a una gran ciudad en la que la esencia brasileña que se respiraba en Salvador se ha perdido en buena parte, debido a las grandes cadenas comerciales, el caótico tráfico y los grandes grupos turísticos. Pero aún así, Rio sigue teniendo su propia identidad gracias a su orografía, y a pesar de ser una ciudad llena de rascacielos, estos se encuentran repartidos por zonas que están separadas por los montes y lagos que conforman el terreno, estableciendo una disposición única que merece la pena admirar desde las alturas.

A Rio le dedicamos dos días enteros y una tarde, aunque nos pareció una ciudad en la que se puede disfrutar unos días más, sobre todo si queremos ir a la playa, recorrerla en bicicleta, ir a museos, o a clubes de salsa en la noche. Rio da para mucho y es muy cómoda para moverse gracias al sistema de metro y a los numerosos kilómetros de carriles bici con puestos de bicicletas de alquiler cada poca distancia, incluyendo bicicletas eléctricas, a veces necesarias con tantas cuestas.

Cristo Redentor: Mucha gente visita Rio en busca de una de las Siete Maravillas del Mundo, el Cristo Redentor del Corcovado. Nosotros también fuimos en su búsqueda, pues era la última que nos quedaba por ver, puesto que ya habíamos estado en las otras seis. No quiero menospreciar al Cristo pero, para nuestro gusto, de todas, es la que menos merece el título de Maravilla del Mundo, ya que su fábrica es simple en comparación con el trabajo titánico de las demás, y la propia escultura no tiene nada de especial más que su gran altura. Lo más destacable de la visita al Cristo son las vistas desde su base, pues hay una panorámica de 360 grados de toda la ciudad, eso es lo que más impresiona. Por otro lado, considero que ir al recinto del Cristo es obligado si estamos en Rio, pero la vista más bonita de éste, y de la ciudad, es desde la lejanía, desde el Pan de Azúcar.

Las colas que se forman desde primerísima hora de la mañana para comprar los tickets de entrada al Cristo son interminables, por ello la mejor opción es comprar por internet, pero hay que tener en cuenta el clima, pues lo ideal será subir en un día despejado. Eso es lo malo de ir a Rio en temporada de lluvias, que te la juegas con esto, a nosotros nos chafó una tarde en Rio, cuando no pudimos hacer lo que teníamos planeado debido a la lluvia torrencial que provocó inundaciones en el metro y cerró el aeropuerto durante horas, pero por suerte, durante nuestra visita al Cristo el cielo se abrió y pudimos disfrutar de éste y de las vistas.

img_2974

La mejor forma de subir hasta el Cristo es utilizando el llamado Tren del Corcovado, que sube por las vías que antiguamente se usaron para la construcción del Cristo, ahora usadas para el viaje en este tren turístico con ventanas panorámicas desde las que podremos ver el paisaje cuando la vegetación nos lo permite. El ticket del tren tiene incluida la entrada al Cristo, y el horario asignado con un margen de 30 minutos que tendremos que cumplir a rajatabla, de lo contrario no pudimos entrar. Nosotros pretendíamos llegar con una hora de antelación a la estación de Cosme Vermelho, pero finalmente estuvimos corriendo para llegar tan sólo 5 minutos antes de nuestra hora final de entrada, debido a que los Uber en Rio son muy poco profesionales cancelándonos hasta en tres ocasiones, y después, cuando ya estábamos en el coche, nos encontramos en un atasco debido a un accidente en un túnel que nos tuvo parados por más de media hora.

Otra opción es subir en una de las van, que salen desde diferentes puntos de Rio, o contratando un tour.

Parque Lage: Por proximidad al Cristo, decidimos visitar este Parque del que nos habían hablado muy bien, por ser una zona verde de acceso gratuito, con jardines, fuentes, y una extensa red de senderos que forman parte del Parque Nacional de Tijuca. Y la verdad es que es un remanso de paz. Pero el gran atractivo del parque es la gran mansión que lo preside, con vistas del Cristo al fondo. Hoy en día alberga un café muy popular, llamado Plage Café, al que podremos entrar si estamos dispuestos a esperar en las largas filas que se forman. Muy cerca del parque encontraremos el Jardín Botánico de Río de Janeiro, aunque nosotros decidimos saltárnosle a cambio de recorrer en bicicleta la orilla del Lago Rodrigo de Freitas, de camino a nuestro hotel en Copacabana. Este lago es enorme, y está completamente rodeado de carril bici y pasarelas peatonales, además, hay zonas con bares y cafeterías escondidas del bullicio urbano con preciosas vistas al lago y las montañas y edificios que siguen conformando la ciudad tras él. Conocer esta zona poco frecuentada por el turismo de masas, sin duda merece la pena.

img_2999

Pan de Azucar: Nuestra tarde la dedicamos a subir en el teleférico, que nos lleva a la cima de este hermoso peñasco que emerge a orillas del mar y desde el que las vistas de Rio son insuperables. La recomendación es ir por la tarde para poder ver desde allí el atardecer y posteriormente ver la ciudad iluminada, aunque si tenemos tiempo suficiente antes de empezar nuestro ascenso, visitar el barrio de Urca, en el que se encuentra situado, es la mejor idea.

img_3068

El teleférico llamado Bondinho en realidad se compone de dos líneas, la primera de ella conecta el barrio con el morro de Urca, y la segunda conecta este último con el morro Pan de Azúcar. Ambos trayectos son impresionantes, pues la altura que cogemos en tan poco tiempo se hace increíble. Sumado a que la cabina del teleférico es totalmente acristalada, permitiéndonos tener vistas desde todas las perspectivas posibles. En ambas paradas hay amplios miradores donde podremos disfrutar de las vistas de la ciudad, con el Cristo presidiéndola, así como cafeterías, tiendas, una pequeña exhibición y contratación de servicios fotográficos.

Al igual que en nuestra visita al Cristo, conviene que elijamos un día despejado, para ver las magnificas vistas de la ciudad. Los tickets se pueden comprar en taquilla, aunque las colas también son muy largas, o por internet eligiendo un día y hora concretos con una flexibilidad de una hora para la entrada, pues la salida es libre hasta las 20 horas.

img_3080

Barrio de Urca. El barrio en el que se encuentra el Pan de Azúcar es un coqueto barrio donde se respira calma y tranquilidad paseando por sus calles, así como por su larga Avenida de Portugal, que discurre paralela al mar y con vistas de la bahía, finalizando en la Playa de Urca. Además, en el barrio hay otras playas, entre ellas Playa Vermelha, una preciosa playa situada a los pies del morro de Urca, y que sin duda veremos desde el Bondinho.

Centro histórico. La mañana siguiente tomamos el metro en nuestro barrio de Copacabana y vamos a recorrer el centro histórico haciendo un free tour que fue todo un acierto, pues nuestra guía nos dio una buena lección de historia, así como buenos consejos a seguir durante nuestra estancia en la ciudad. El centro histórico de Rio está deshabitado, y hoy en día está dedicado enteramente a la actividad comercial y financiera de la ciudad, pero no es una zona residencial, por lo que es una zona fantasma al caer la noche, lo cual parece increíble porque durante el día es un hervidero de actividad.

Aquí se encuentran todos los edificios históricos que nos hablan del pasado colonial de Brasil. Empezamos por el Largo do Carioca, plaza a la que llegamos con el metro y que es el epicentro del barrio, donde los portugueses fundaron el Convento de San Francisco. Luego tomamos una larga calle comercial adoquinada para llegar a la archiconocida Confitería Colombo, fundada en 1894 y lugar de encuentro de la alta sociedad de la época, que sigue conservando su carácter y belleza antigua, además de auténticas delicias dulces.

Continuamos por la Calle Ouvidor, conocida por ser la que mejor conserva los edificios coloniales, además de por tener un óptimo ambiente para degustar una comida o unas copas, y en esa misma calle visitamos la Iglesia de Nuestra Señora de Lapa dos Mercadores, una de las mas antiguas de Rio. Desde ahí llegamos al Palacio Imperial, que hoy en día alberga una sala de exposiciones gratuitas; y después al Palacio Tiradentes, sede del Estado de Rio de Janeiro.

img_3162

Seguimos caminando hasta la plaza en la que se encuentra el Teatro Municipal, un precioso edificio al más puro estilo de la ópera de París, y la Biblioteca Nacional de Brasil, donde merece la pena que accedamos y veamos al menos el hall de entrada. De vuelta al Largo de Carioca, pasaremos por el Real Gabinete Portugués de Lectura, una biblioteca de acceso gratuito de una pulcritud y elegancia impactantes.

Barrio Lapa. Fusionado con el centro histórico, se encuentra este barrio bohemio en el que abundan los murales y muestras de arte en las calles, así como los más vibrantes locales y mejor vida nocturna. Aquí es donde se encuentra la famosa Escalera de Selarón, decorada con azulejos rojos y otros azulejos que los visitantes le regalaban desde todas las partes del mundo.

img_3170

Desde la escalera, podemos ir caminando hasta la singular Catedral Metropolitana de São Sebastião, un bloque de hormigón se intenta asemejar a una pirámide precolombina, aunque más bien parece una nave espacial. Eso sí, una vez allí hay que entrar en ella, pues la visión de la catedral desde dentro cambia completamente, convirtiéndose en una belleza gracias a sus vidrieras y a esa forma de pirámide de planta circular, que es lo que precisamente la hace fea por fuera.

En el camino desde la escalera a la catedral, podemos ver los Arcos de Lapa, que forman parte de la estructura de un antiguo acueducto y por los que hoy en día circula el clásico tranvía amarillo que conecta éste barrio con el de Santa Teresa, situado en esta parte alta de la ciudad, y al que merece la pena acercarse en el tranvía para perderse por sus calles llenas de murales y mansiones que nos trasladan a otra época.

Copacabana e Ipanema: Terminamos con las dos playas más famosas de todo el país. Lo más seguro es que terminemos alojados aquí, pues son las zonas más seguras de la ciudad, las que mayor número de alojamientos ofrecen, y las que más vida tienen con numerosos bares, restaurantes, tiendas y apartamentos de lujo, por no mencionar que a cualquier hora del día podremos salir a caminar sus calles y disfrutar de los paseos marítimos con espectaculares vistas de la playa, del mar, de cuerpos esculturales que se ejercitan allí diario, y de buenos caipirinhas a pie de arena en alguno de los chiringuitos que vamos encontrando a lo largo del paseo.

Para nosotros, siempre la mejor opción es recorrerlo en bici y en este caso es la que más aconsejo, pues es una alternativa barata y cómoda. Hay numerosos puestos de bicis urbanas para alquilar por minutos y un larguísimo carril bici paralelo al paseo marítimo, que nos lleva muchísimo más lejos de la playa de Leblón (la siguiente a Ipanema) a lo largo de la llamada Ciclovía Sao Conrado.

Aprovechando este recorrido, lo ideal es disfrutar de la puesta de sol en la península que separa ambas playas, la Piedra de Arpeador, sin duda, la mejor forma de despedirnos de esta ciudad que tiene algo de mágico. Rio, nos ha cautivado.

img_3222

Espectáculo de Samba: Por último, mencionar que estando en la capital de la samba por excelencia, no queríamos marcharnos sin ver un auténtico espectáculo de samba brasileña. Así que lo encontramos. Pero en nuestro caso no era de la calidad que estaba esperando, quizá porque mis expectativas estaban al nivel del Tropicana de La Habana… No lo sé, pero, a pesar de las buenas reseñas que tiene el Teatro Fashion Mall, al que fuimos, debo decir que es un espectáculo entretenido, en el que poder ver varios representaciones de bailes tradicionales, pero no debemos ir esperando gran cosa.


Ilha Grande

Es el destino por excelencia para hacer una escapada de relax y playa desde Río, y no es de extrañar porque es un auténtico paraíso. Está situado a unas tres horas por carretera y otra media de barco, dependiendo del lugar en el que queramos tomar este último; nosotros lo hicimos desde Porto Real, que es desde donde el trayecto en barco es más corto, pero también puede hacerse tomarse el barco en Mangarativa y en Angra dos Reis. Al encontrarse casi a medio camino entre Rio y Sao Paolo, mucha gente continúa el viaje hacia esta última, pero en nuestro caso, decidimos volver a Rio para después volar a Iguazú desde allí.

img_3257

Nosotros solo tuvimos una pequeña toma de contacto de un par de días en la isla, pues al ser temporada de lluvias no quisimos dedicarle demasiado tiempo a una zona de playa en la que quizá estuviera todo el día lloviendo. De hecho, estuvimos pensando hasta el último minuto si debíamos ir, si debíamos cambiar nuestro plan por ir a la colonial aldea de Paraty, o debíamos quedarnos en Río…

Finalmente nos decidimos a ir y fue todo un acierto. En tan solo un par de días allí, supimos que Ilha Grande es uno de los destinos a los que queremos volver otra vez en la vida. Eso sí, en temporada seca. Esta vez, por desgracia, no era el momento, pues a parte de estar media tarde sin parar de jarrear, con la fractura de mi sacro no podía hacer ninguno de las decenas de trekking que hay conexionando muchas de las playas de la isla, y por si fuera poco, sufrí un mal estomacal que me tuvo toda la tarde en cama (al menos fue al mismo tiempo que estaba lloviendo fuera…)

Esta isla tiene la peculiaridad de que no hay carreteras que conecten los núcleos de población, por lo que se debe hacer a través de senderos (Trillas), de distinta dificultad o duración, o bien a través de taxi-barco, que nos llevarán a la población o playa que pidamos. La otra opción, si disponemos de menos tiempo, es contratar un tour de Island hopping, en el que nos llevarán a los puntos más destacados de la isla.

Nos alojamos en la población de Abraao, ya que es la población donde llegan los barcos y la más grande de la isla; además es la que más alojamiento ofrece, aunque en general, los precios son caros y conviene reservar con mucha antelación. Abraao tiene ambiente para todos los gustos, y cuenta con supermercados, bares, restaurantes, tiendas, y lo que no sabíamos y menos nos gustó: cruceros, sí, cruceros turísticos de los que desembarcan miles de personas; así que hay que elegir muy bien las fechas en las que ir para que, lo que es una isla con bastante turismo local, no llegue a convertirse en un lugar agobiante cuando estemos allí y desembarquen los cruceristas.

Desde Abraao salen varios senderos que nos conducen a espectaculares playas sin la necesidad de tomar un transporte marítimo. El más facilito es el que se adentra en el Parque Estatal y nos conduce en solo unos minutos a las solitarias Playa Preta y Playa Galego, dos increíbles playas comunicadas de arena finísima, con increíbles vistas de las montículos entre los que nos encontramos; este lugar es el paraíso. El sendero que parte en sentido opuesto tiene más dificultad al no estar tan definido, y nos lleva a las Playas de Bica y Abraaozinho, lugares más movidos al contar con bares, restaurantes y lugares de ocio.

Ilha Grande es un lugar al que dedicarle varios días, incluso una semana, estando en un buen hotel, relajándonos, pero también haciendo todos y cada uno de los 16 senderos que se nos presentan en la isla, incluida la ascensión al Pico Papagaio, el punto más alto de esta. Nos despedimos de la isla en la tarde, antes de que comience a llover, sabiendo que en otro momento, volveremos.


Cataratas de Iguazú (Brasil y Argentina)

A primera hora de la mañana nos dirigimos al aeropuerto para tomar uno de los vuelos más tempranos con destino a Iguazú. Sobre las 10 aterrizamos en Foz de Iguazú, la localidad que será nuestra base durante un par de noches para visitar las cataratas del lado brasileño y del lado argentino. Para ver los dos lados, conviene ir un par de días, o al menos uno y medio, pues le tendremos que dedicar medio día al lado brasileño y un día completo al lado argentino, con más razón aún si queremos tomar el barco en este último lugar (que dicen es el más espectacular).

img_3334-1

Al llegar, tomamos un Uber y nos dirigirnos directamente al Parque Iguazú de Brasil. Allí tenemos consignas para dejar nuestras maletas y empezar nuestra visita aún en la mañana, con tiempo medianamente “fresco”. A la hora que llegamos no tuvimos que esperar cola, y sacamos los tickets directamente en las taquillas. Una vez dentro, el recorrido es bastante largo, por lo que hay que tomar un autobús, cuyo trayecto tiene tres paradas. La primera de ellas sólo la haremos si vamos a tomar el barco (con un coste adicional), la segunda es la de las pasarelas que nos llevarán a ver las cascadas, así que aquí es donde bajamos. Siguiendo estas pasarelas de un kilómetro de longitud aproximadamente, llegaremos caminando al mismo punto en el que está la tercera parada, el fin del camino, con varias tiendas y restaurantes. Desde allí, cogeremos el bus de vuelta hasta la entrada del parque.

Desde el lado brasileño podemos ver las cataratas en todo su esplendor, tenemos una visión panorámica de las mismas, algo que no sucede en el lado argentino, pues allí nos encontramos encima de ellas y no las vemos desde la distancia del mismo modo. La primera visión de estas cataratas nos dejó sin palabras, realmente no habíamos imaginado la magnitud de semejante maravilla natural. Pero a medida que nos acercamos al salto más impresionante de todos, la Garganta del Diablo, nos vamos sorprendiendo más y más. Es inimaginable.

Una vez visitadas las cataratas, podemos ir en el autobús 120 al pueblo Foz de Iguazú o tomar un Uber, opción que nosotros elegimos debido a los 39 grados que nos azotaban. Decir que nos alojamos allí porque los precios son más bajos que en Argentina y hay más alojamientos disponibles, pero el pueblo en sí no tiene nada; es por esto que mucha gente se aloja en resorts donde tienen todo incluido, no teniendo la necesidad de salir de ellos. 

Si tenemos tiempo libre en la tarde, como fue nuestro caso, una buena opción es acercarse a la presa de Itaipú. O si queremos una actividad más cultural, ver el espectáculo que se realiza cada noche en el Monumento de las Tres Fronteras.

Parque Nacional de Iguazú en Argentina. Al día siguiente, hay que madrugar para cruzar la frontera. Consideramos que hacerlo por nuestra cuenta en transporte público es una auténtica odisea que no queremos vivir, pues hay que ir en bus hasta el pueblo argentino de Puerto Iguazú, pero el bus no espera en la frontera, por lo que debemos esperar allí mismo al siguiente bus que pase y nos recoja, una vez lleguemos a la terminal de buses de Puerto Iguazú debemos coger otro bus hasta el Parque Nacional Iguazú… Un jaleo. Así que decidimos contratar un tour con recogida en nuestro hotel y transporte hasta las cataratas del lado argentino, de esta manera no esperamos colas. Pero como no nos gustan los tour organizados, al llegar al Parque Nacional decidimos separarnos del resto del grupo (que solo eran 3 personas) y del guía, y recorrer el parque por nuestra cuenta, utilizando el tour únicamente a modo de transporte, a un precio de 24 euros por persona, algo realmente asequible, pues hacer el trayecto solo de ida en taxi ronda los 40 euros. Además, las van y autobuses turísticos, tienen la ventaja de tener un carril directo para pasar la frontera argentina, lo que nos llevó a ahorrarnos más de una hora de espera cuando regresábamos del Parque hacia Brasil.

En este caso, para visitar el lado argentino, habíamos comprado las entradas al Parque por internet el día anterior, para agilizar el proceso, y poco antes de las 9 de la mañana ya estábamos dentro. Aquí, hay diferentes senderos que nos permiten ver distintas secciones de las cataratas, siendo los más importantes el circuito inferior, el superior y el sendero Garganta del Diablo. Mi recomendación es hacerlos todos. En este Parque hay un tren que nos podrá llevar hasta la Garganta del Diablo para empezar allí su sendero espectacular. Este es el punto más alejado y el más conveniente de realizar en primer lugar, pero a primera hora el tren está lleno y a nosotros nos daban más de 45 minutos de espera, por lo que decidimos tomar otro sendero que en 30 minutos de agradable paseo nos llevaría igualmente hasta la Garganta del Diablo, haciendo después la vuelta en tren.

El sendero de la Garganta del Diablo, es una pasarela que nos conduce hasta el punto exacto donde la tierra se separa en altura produciendo el increíble salto de agua. Estar allí es una auténtica locura, no hay palabras para expresarlo. Solo puedo sugerir que disfrutemos y nos tomemos el tiempo necesario para disfrutarlo, porque es indescriptible.

El circuito superior fue el segundo que hicimos, este nos lleva también por encima de las cataratas, visitando varios saltos y miradores, teniendo las mejores vistas posibles desde este lado argentino.

Por último, hicimos el circuito inferior, a través de pasarelas que discurren por en medio de la selva, desde las cuales podremos ver monos en su hábitat y de nuevo varios saltos y miradores. Al inicio de este sendero encontramos el antiguo Hotel del Parque, que ahora alberga una interesante exposición acerca de la historia de las cataratas y la construcción del recinto.

Tras haber recorrido todos los senderos, sintiéndolo muchísimo, tuvimos que suspender la actividad del barco, pues con semejantes embates bajo las cataratas, mi hueso sacro aún estaría en proceso de sanación muchos meses después. Pero debo decir que me hubiera encantado hacerlo, todo el mundo habla maravillas de esa experiencia. Si queremos hacerla, debemos asegurarnos de tener tiempo suficiente, pues en total supone unas dos horas más, además de estar dispuestos a pagar los alrededor de 80 euros por persona que cuesta.

img_3509

Las cataratas de Iguazú son uno de los espectáculos de la naturaleza más impresionantes que he visto en toda mi vida. Realmente, es indescriptible y hay que estar allí para verlo y sentirlo. Mucha gente se pregunta si vale la pena visitarlas desde ambos países y yo lo tengo muy claro, definitivamente sí. No podemos ir a Iguazú y ver las cataratas sólo de un lado, pues considero que desde el lado brasileño las ves, tienes una gran visión de conjunto; pero desde el lado argentino las sientes, porque estás dentro de ellas, literalmente. Así que ambos son necesarios.

img_3314

Aquí nos despedimos de Brasil, tomando un autobús con destino Asunción, para una breve estancia, antes de continuar nuestro viaje por el siguiente país: Bolivia. Nos despedimos de Brasil, como dije, pero con la certeza de que algún día volveremos, pues aún hay mucho por ver y por hacer aquí… 


Brasil, datos prácticos:

  • Visados: Los españoles no necesitamos visado para estancias de hasta 90 días en Brasil. Lo que sí nos pedirán será que el pasaporte tenga una validez mínima de 6 meses.
  • Uber: La app funciona bien y los precios son buenos, pero hay que tener cuidado porque los conductores cancelan constantemente después de tenerte varios minutos esperando. Conviene pagar un poquito más por el coche «garantizado», pues en ese no pueden cancelarte.
  • Web oficial Tren del Corcovado
  • Web oficial teleférico Bondinho

Deja un comentario