Gracias Camboya, por hacerme sentir en casa, por hacerme ver que podía yo sola con esto y con mucho más, por dejarme pedalear en solitario entre verdes arrozales y ríos achocolatados repletos de niños bañándose que me saludan y sonríen al verme pasar.
Pensaba que este no era el viaje, creía que este no era el lugar. Pero una vez más, como tantas en la vida, me equivoqué al pensar que no estaba en lo correcto. Y aún así quise hacerlo.
Ahora sé que soy capaz de todo.
Gracias Camboya, por permitirme dar este paso tan importante para mí, por quitarme todos los miedos de una forma tan amable, tan tranquila y relajada.
Y gracias a mí misma, porque si no hubiera creído en mí, nunca lo hubiera conseguido.
Lloro de felicidad.
Deja un comentario